Roban pollera empeñada por un peso de manzanas. / Pedro Reino Garcés

Columnistas, Opinión

Este dato le hubiese resultado muy útil a la investigadora del Léxico Cotidiano en la América Colonial: Vestimenta femenina y joyas que la adornan, publicado en pdf por María Cristina Egido Fernández, de la Universidad de León, s.f. (otros textos suyos tienen fecha 2012) que habla sobre la pollera como vestimenta  femenina que se usa de la cintura hacia abajo, como prenda interior en las clases mestizas mejor acomodadas, pero que pasó a ser prenda exhibida exteriormente por estas mujeres que asumieron una estética que les ha entrado en su gusto. Las polleras andinas tienen una caracterización entre Bolivia, Perú, Ecuador y algunos lugares de Colombia andina. Hay algunas explicaciones en la etimología popular sobre esta palabra: Pollera se asociaba con el “lugar donde se crían pollos”. Se pensaba que una pollera es como un cesto o canasto. Pero para los españoles inmigrantes que acarrearon el término, la pollera picarescamente es donde debe estar la “polla”, que también curiosamente es el órgano sexual masculino. ¿Por eso será que las mujeres (mestizas) llevan la pollera?

Esto mismo que acabamos de decir tiene que ver con la variante “follera”, y que en nuestras abuelas  se llamaba “follón”, o “follones” por la amplitud de las prendas que cubrían hasta los talones. Mientras la “pollera” era algo más alta,  el follón iba hasta el suelo, según nombre y uso de nuestras abuelas andinas. Pero veamos que el “follado” era, además la designación de ese “calzón muy hueco” o amplio de la intimidad femenina, dice la investigación aludida. Mujeres de follones eran de las clases medias, de  mestizas con ínfulas de estatus. Asimismo en la etimología popular se opina que deriva de fuelle. Un “follón” sería un fuelle grande, aumentativo. ¡Vaya metáfora! Pero ¿y por qué eso que los españoles usan hasta ahora como “follar”? De este modo, polleras, folleras y follones van por el mismo camino.

No muy lejos de estas apreciaciones etimológicas está este documento del Ambato colonial del siglo XVIII, donde la pollera empeñada tiene que ver, tras telones que redacta el escribano, con las infidelidades practicadas con las mujeres de polleras atractivas. Polleras coloridas con ruedas de cintas de colores que se consideran mensajes eróticos, y que en nuestro medio eran de uso externo.

El trámite que ha quedado como testimonio se hace ante el alcalde Joseph de Villalva, que según otros documentos por mí investigados, era alcalde provincial y residía en Píllaro. “María Agueda Zambrano, natural del asiento de Tacunga y residente en este pueblo de Píllaro, jurisdicción del asiento de Hambato, parezco ante Vuestra Merced con este mi escripto, sobre un cargo que se me ha hecho siniestro, una india llamada María Sigcha natural del pueblo de Pelileo y residenta en este dicho pueblo de Píllaro, sobre una pollera de bayeta de la tierra color vino, la cual pollera me encargó a mí una india llamada Angelina Choasanguil ya difunta, diciendo que me la tenga en mi poder; que en la suya temía de que la hurtara,… “que como esta María Sigcha la empeñó a esta  dicha Angelina Choasanguil en un peso de manzanas, y como dijo temerosa de que la roben me la recomendó a mí que la tuviera”… 

La pollera, como reza el dato era de la india Angelina Choasanguil, de Pelileo, “como digo de bayeta de la tierra con su vuelta de cintas amarillas de a media vara, una vuelta sola; y en la cintura estaba de cinta realta y nada otra cosa tenía”. Recuerden que era “color vino”….

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