Requistos mínimos/ Fabricio Dávila Espinoza

Columnistas, Opinión



Las empresas triunfantes contratan profesionales para gerenciar su negocio a partir de un perfil riguroso. Entre otras cosas, piden experiencia, nivel académico, liderazgo, capacidad supervisora, facilidad para la negociación, solvencia en la resolución de conflictos, etc. Al final, el elegido reúne la mayor probabilidad de realizar una administración positiva.

Antagónicamente, el Art. 165 de la Constitución solamente señala tres requisitos para la presidencia de la república: “ser ecuatoriano por nacimiento, estar en goce de los derechos políticos y tener por lo menos treinta y cinco años de edad”. Aunque, el Art. 166, de la misma Constitución establece tres prohibiciones: no ser familiar cercano del presidente que está en ejercicio (cónyuge, padres, hijos o hermanos); tampoco puede acceder al puesto el Vicepresidente o los ministros de Estado, a menos que renuncien con anterioridad; así mismo, no pueden ocupar el cargo los ciudadanos que están incursos en las prohibiciones del Art. 101.

Nuestro sistema democrático no contempla, por ejemplo, capacidad académica, experiencia en gestión pública, méritos en ámbitos privados, probidad ética, estabilidad emocional o alguna otra cualidad. Basta cumplir 35 años, nacer ecuatoriano y estar habilitado políticamente.

No hay duda, para las elecciones generales del próximo año, sobrarán aspirantes. A la fecha de hoy, casi una decena de precandidatos afirman que es difícil vencer sus ansias de servir al país desde la primera magistratura del Estado. El ramillete tiene mucha variedad y habrá de donde escoger: experimentados o primerizos; empresarios exitosos o socialistas de escritorio; neoliberales o anticapitalistas; fuerza civil o compañía exmilitar; mestizos, blancos o indígenas; etc. Una vez más el “eterno perdedor” completando media docena de intentos por la presidencia, el representante de la banca en su tercera participación y el expresidente derrocado que regresa porque aún no cumple su promesa de morir en el intento.

Las exigencias para tan alto cargo son mínimas, pero parecen estar casi a la altura de algunos postulantes, sobre todo de los que no tienen un discurso serio y quieren ganarse la simpatía de los votantes apareciendo con una bazuca en los brazos o diciendo que cambiarán el país en los primeros 100 minutos de gobierno. Es una lástima que para ser presidente de un país no sea necesario algo más de los que está escrito en la Constitución. (O)

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