Recursos globales / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión

La reunión mundial sobre el calentamiento global termina en fracaso, en cero. Los omnipotentes de los países desarrollados rechazaron eliminar los gases nocivos de sus complejos industriales porque reduciría sus ganancias millonarias.

Cuando el universo, la naturaleza, presenta variaciones perjudiciales, como el cambio climático y todo lo que representa vida en la tierra; cuando el hombre después de usar todos sus conocimientos científicos no logra resultados beneficiosos, se acuerda del Ser Supremo, esperando que su poder produzca soluciones milagrosas.

Según la teología cristiana hay dos caminos directos para acceder al pensamiento del Gran Jefe: «El Libro de la Biblia» y «El Libro de la naturaleza.»

Hasta que Charles Darwin se hizo presente, los cristianos creían que la tierra no había cambiado desde su creación, hace 6000 años. Lo que significaba que el diseño del mundo natural no era otra cosa que un vistazo al paisaje Intimo de la mente divina.

Bajo esta idea, John Calvin escribió: «Dios se revela en toda la trayectoria de las tareas del universo. Los reinos vegetal y animal combustionan lámparas que nos iluminan… Eliminar especies o dañar la tierra es limitar nuestro conocimiento del Ser Supremo.»

Los profetas de hoy dicen que nuestros pecados, yerros modernos, conducirán a la elevación del nivel de los mares, a la producción de huracanes más fuertes y a sequias prolongadas.

Que la catástrofe global se presentara tarde o temprano, si no reformamos nuestras rutas pecaminosas.

De manera que el calentamiento global va continuar hasta que todo lo que tenga vida sobre la tierra se convierta en chicharrón.

A los potentados del mundo les importa un bledo los peligros del calentamiento y todas las advertencias científicas.

En concepto de uno de los millonarios Du Pont: «La muerte y el fin del mundo llegara con o sin el calentamiento, cuando un cuerpo celeste choque contra la tierra. = ¿A quién culparemos cuando se produzca esa catástrofe? Entonces, ¿para qué desarreglar el progreso tecnológico actual?»

¿Quién entiende la obsesión de riqueza demencial en la que viven los todopoderosos de la tierra?

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