PUEBLOS MENOS QUIMÉRICOS / JAIME GUEVARA SÁNCHEZ

Columnistas, Opinión

A pesar de que los medios electrónicos puedan llegar-y llegan-a cientos de miles de hombres y mujeres, las agrupaciones políticas, gremiales, profesionales, sociales, y otras juntas multicolores, recurren a las manifestaciones, con presencia física de sus seguidores, bajo la intención de probar su poder de convocatoria, su potencial humano, sus postulados, sus demandas; sus sugerencias para enderezar la barca pública y privada.

Es algo irremediable. A los organizadores y a los sectores que los apoyan les gusta que haya mucha gente en dichas manifestaciones. Lo que ocurre es que no es posible conocer el número real de asistentes, mientras que, si es muy fácil inventar cifras, incluso manipularlas con mentira más o menos ingeniosas.

Este tipo de hechos necesita una serena reflexión en el mundo de las noticas y entre el público en general. Es cierto que hay informadores neutrales que respetan determinados protocolos y que buscan seriamente recoger datos cercanos a la realidad, cuando describa sus impresiones sobre los manifestantes presentes en un evento. Lamentablemente, también existe la contraparte parcializada a uno u otro sector. O participantes disfrazados.

Pero también es cierto que en muchas ocasiones las diferencias entre las cifras dadas por unos y otros exigen esfuerzo y valentía para denunciar errores y falsedades. Lamentablemente no existe legalismo alguno que permita “sancionar” adecuadamente a los manipuladores de cantidades, y reconocer a quienes hayan respetado lo que es propio de una investigación antes de mencionar cifras.

Detrás de las manipulaciones sigue en pie el extraño deseo de defender un punto de vista considerado como bueno a costa de pisotear una dimensión clave para la vida social: el respeto a la verdad. Entonces una buena causa puede llegar a parecer menos positiva precisamente porque alguien que la defiende, inventa engaña o miente al dar números falsos respecto a las personas que acudieron a un evento concreto.

Hemos de recordar que quien miente deliberadamente, o quien inventa cifras infladas (también desinfladas) de manifestantes, hiere la convivencia humana en uno de sus pilares básicos: la veracidad. ¿Quién podrá creer mañana en quien ayer y hoy ha engañado?

Vale la pena, entonces, cualquier esfuerzo por revelar, cantidades y postulados erróneos, donde existan, y promover una mirada científica a la hora de ofrecer cifras cercanas a la realidad. Cuantos son “seguidores” sinceros de las promesas de los líderes. Y, cuantos son simples curiosos o interesado en algún estimulo material. Solo asi lograremos menos confusión, menos desconfianza. Posibilidades; y no inverosímiles que jamás se cumplirán ¿Resultado? Pueblos menos quiméricos.

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