Psicología y conflictos armados

Columnistas, Opinión

Ecuador está en un estado de guerra. Una disyuntiva entre el narcotráfico, y la paz ciudadana. Un verdadero conflicto que asemeja algunos países latinoamericanos, allá por la época de los ochenta; un ejemplo muy particular es Colombia, donde se cimentó las bases del narcotráfico a escala mundial. Pasamos de una realidad hipotética a una realidad que asusta, y espanta, sin embargo, se puede manejar y controlar mediante enfoques, relacionados con la Psicología de la Salud.

Un conflicto armado se encuentra indisolublemente ligado al devenir histórico, ya que, desde tiempos remotos, el ser humano la ha interiorizado, entrando a formar parte de su identidad, es decir, de la manera en la que éste piensa, percibe, siente y concibe la realidad. Los conflictos se iniciarían así en las mentes de los individuos. No obstante, atenta contra la vida y la organización social, reemplaza el orden civil por normas y estándares militares, no sólo implica la muerte de las personas, sino también la pérdida de su autonomía. Un conflicto armado va a representar, en definitiva, un estrepitoso fracaso de la razón y la civilización moderna, y un desequilibrio con la salud física y mental. 

El estrés, y el estrés postraumático es uno de los trastornos más frecuentes en las víctimas de violencia que desarrollan una expectativa más negativa acerca de su entorno y de las relaciones con otras personas, mediante síntomas conductuales, emocionales, y fisiológicos etc. El temor generalizado produjo que la sociedad adopte una acción de protección, huida y angustia. La asociación entre estas variables es compleja y se entrelazan otros aspectos como el tipo de exposición, la intensidad, el tiempo ocurrido, las características culturales que podrían influir en la adaptación y la capacidad de resiliencia de los individuos.  (O)

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