PRENDER EL NUEVO CHIP / Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión

Las disparidades mundanas de la política, una vez más están siendo puestas a prueba y, lo más seguro, es que pierdan otra vez la lección, o mejor aún, reediten con lujo de detalles su pasatiempo favorito: convertirse en cama de tres plazas, para albergar a todos los aventureros y paracaidistas, que ven en el financiamiento público, su puerta de escape y la única oportunidad de mostrar su cara para promover “figuras sin reales posibilidades o con alguna limitada aspiración”, más cercana al rubor anticipado a la vergüenza, en el mejor de los casos.


Como si se tratase de crear un procedimiento normativo a partir de la costumbre, esta suigéneris forma de convertirse en parte del todo, a partir de la nada, para alimentar la glotonería y la supervivencia partidaria, solamente nos lleva a la certeza de que algo podrido convive aún con impaciencia entre todos nosotros. Se camufla y se agita, con singular prudencia y se desplaza sigilosamente entre los pliegues de la retórica y la propuesta ajustada a los cánones de la más vulgar hipocresía. El bendito Código de la Democracia debe ser revisado y con urgencia, si, en verdad apostamos a que, en el corto y mediano plazo, tengamos elecciones y candidatos idóneos y libres, prestantes ciudadanos que busquen una oportunidad para servir a los demás, sin otra retribución que no sea el reconocimiento público y, por cierto, la remuneración mensual que les corresponda y no más que eso.  


Mientras tanto, en febrero próximo, los electores tendrán a su haber, adicionalmente al escogimiento al que serán sometidos, poner en juego la necesidad de advertir y diferenciar la verdad y la relación de pertenencia de cada uno de los candidatos en el espectro político que hoy los acoge o que ellos lo han buscado, para ser repositorio de sus más inconfesables argumentos y pretensiones, en forma adicional a las ofertas singularizadas y perifoneadas durante la campaña.  

 
A breve plazo, lo más probable será encontrarnos -manos a boca- atados al imposible de elegir de entre un abanico amorfo y ofuscado, a quien deba guiar los desafíos comunitarios y conducir a las sociedades locales, en función de hacer realidad sus aspiraciones, y providenciar los servicios públicos y las prestaciones que los vecinos requieren y necesitan para su diario vivir. Sobre todo, procurar un ambiente sano, pacífico, tranquilo y respetuoso.  


Lo complicado, además, será discernir y apuntalar a un concejo municipal, una junta parroquial y un consejo provincial, con ediles, vocales y miembros que coincidan, en una mínima parte, con los planteamientos del alcalde, presidente o prefecto -según el caso- para hacer posible una gestión empática, respetuosa, concurrente, racional y efectiva.  


Será en ese momento en el que se evidencie en toda su magnitud e importancia, esa disparidad política y mundana, e irreverente actitud de los candidatos, una vez dejen de serlo y se transformen -merced al voto popular- en los titulares del cargo y asuman la responsabilidad de atender por igual, a todos los electores.  

 
Prender el nuevo chip y despojarse de adherencias e imposiciones politiqueras para privilegiar y asegurar los mandatos ciudadanos, es y será, en verdad, el más grande desafío al que puedan acceder las autoridades locales que sean electas.  



¡Ojalá lo hagan! Por el bien de todos.  

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