Politeísmo ético / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión

En las sociedades contemporáneas existente algo así como un politeísmo ético, en el sentido que ellas conviven muy diferentes modos de entender el bien y el mal, y de obrar en consecuencia; fruto del aparente pluralismo de nuestras democracias. De esta manera, cada uno seria libre de autodeterminarse de acuerdo con su propia pauta moral, con la sola excepción de verse obligado a tolerar posturas éticas no sólo diferentes, sino inclusive opuestas a la suya, siempre que todos respeten las reglas formales del juego democrático.

Semejante postulando esconde una premisa; todas las posturas éticas son similares en cuanto a su valía. O si se prefiere, todas resultan igualmente defendibles, razón por la cual ninguna sería superior o mejor que las otras.

Sin embargo, ¿Basta que diferentes éticas se toleren y sean compatibles con el juego democrático, para concluir sin más, que todas merecen la misma consideración y respeto? Cuestionamientos basados en razón de que esta visión pareciera no percibir que las diversas formas de ver y de actuar en materia moral, da la impresión que los detalles estuvieron olvidados. suponiendo, ingenuamente, que una sociedad continuará sin mayores cambios en cuanto a su funcionamiento, será cuales fueren las convicciones éticas de sus integrantes.

No obstante, el sentido común indica que una sociedad no es indiferente si la mayoría de sus integrantes desea, por ejemplo. Formar una familia, tener descendencia. Criarla y educarla de la mejor manera, dentro de las posibilidades de trabajo. O si por el contrario, esa mayor no quiere adquiere compromisos, y su autodeterminación los llevaba a considerar como el máximo ideal de vida, “pasarla bien”. Y en caso de adquirir algún compromiso, poder tener siempre la facultad libérrima de quebrantarlo o voluntad.

Cosas similares puede decirse de las conductas que se notan en las diversas tiendas políticas que hoy participan en la campaña electoral, como la veracidad y la mentira, la honradez o la deshonestidad, la laboriosa o la flojera, y un etcétera prolongado.

¿Puede alguien creer que las cosas funcionaran mejor en nuestra sociedad, si la mayor parte de los políticos hicieran el imposible de tomar las alternativas positivas de estas últimas dualidades?

De los anterior se deduce que no todas las posturas éticas valen lo mismo, aun cuando ciertos candidatos se desbaraten por disimular si irrespeto.

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