Pintar la vida / Pedro Reino Garcés

Columnistas, Opinión

Esto es lo que pretende Amparo Pico Medina: Pintar la vida con sus “pincelazos de la memoria”. Nótese que se ratifica en el ímpetu, en la fortaleza, en una especie de desafío a sí misma y lo dice y lo hace con la “memoria” de quienes le acompañan en escribir y juntarse a esta tarea. Esa secreta energía seguramente heredada de su padre pintor, don Luis Pico Martínez, pincelado en este libro, lo da de primera mano, por no decir: de una sola mano, como salga, desafiando inclusive al improntus, a la casualidad y a los mismos extravíos que ofrece el relámpago de su memoria.

Con un estilo coloquial, Amparito va hilvanando detalles que de a poco, no solo se quedan en el interés individual o de ese círculo afectivo con que van apareciendo una especie de personajes de su mitología vivencial. Digo personaje pensando en lo de fondo, a la manera del teatro griego que usaba “para el sonaje” un rostro con el que ha compartido jirones de su vida. No se trata del ampuloso empleo de llamar personaje a cualquier cristiano que de pronto aparece aureolado por inútiles adulos publicitarios, conforme vamos interactuando y renegándonos en nuestros entornos rimbombantes. ¿La farándula tiene personajes?  Creo que más aparecen en política barata, en el teatro bufonesco en el que nos ha tocado vivir.  Aquí, en esta obra, los personajes no salen a escena como en el teatro griego, anteponiendo una máscara. El lector encontrará los rostros humanizados por la anécdota, graficados a plumazo libre con detalles de alguna substancia vital.

Revisando preliminarmente su texto, hay una historia de vida que arranca en los recuerdos de su infancia, prosigue con su juventud y sus estudios hasta que se pone a correr mundo con una vocación de viajera empedernida. Es una vida privadamente colectiva de un entorno andino atípico, como el de Ambato en los Andes ecuatorianos, porque subliminalmente expone ese rompimiento con que actúan los viajeros de marketing que salen a conocer el mundo desde la perspectiva y planificación de las empresas o agencias de viajes que hacen itinerarios , más para fotografiarse en los sitios emblemáticos del consumismo, en las tiendas de sowvenires y en las fachadas del relumbrón; antes que para empaparse de esa arista extraña de viajeros que buscan esencias raras como las de la cultura de los pueblos donde uno es visitante. Viajar sin lecturas es ir al vacío. Sirve para el entretenimiento burgués, pero no para un pobre que se las ingenia para alimentarse el alma.

Quienes se acerquen  a estas páginas tendrán por lo menos dos impresiones. Hablemos de lectores desprevenidos, puesto que habrá múltiples decodificaciones en lectores contextualizados  de nuestro entorno que hasta podrán intuir un aire de vanidad y egolatría, que es bastante normal en toda nota autobiográfica. Los “desprevenidos”  darán testimonio de lecturas exóticas, llenas de mitología fresca que surge del anecdotario que es la  razón motivante para estos textos. Los “prevenidos” buscarán, en su ejercicio de memoria cultural, como vivencia, las razones circunstanciales y el improntus de “fin de cuento”, ese sentido de la sorpresa, que mueve la narración.

Y a propósito del tratamiento de la forma que nos lleva al fondo, la espontaneidad hace que el  recurso literario de la narratóloga sea descomplicado, pero sí lleno de referentes que al no ser del total conocimiento del lector, implican  asumir retos que van desde la cultura popular hasta conocimientos selectivos  y depurados.

Estos relatos de una “amiguera”, como calificamos a quienes buscan empatías, aunque sean circunstanciales y de momento, tienen la respuesta de solidaridad, no solo a un acto de habla, sino a un acto de vida, a una página de la memoria. Amparito busca ecos en la nada o en el todo que son y están en quienes se acercaron y se acercan a ese vivir extrovertido. Conductas pasajeras son cambiantes, imanes que  se desprenden cuando los metales de la existencia se oxidan. Pero la autora se arriesga con una retrospección efímera a la que la ha llenado de tinta. El lector puede poner distancia si le causan estragos los afectos. Esta es otra parte de estos Pincelazos que le van a resultar irreversibles.. (O)

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