Peses gordos / Fabricio Dávila Espinoza

Columnistas, Opinión


El pueblo ecuatoriano quiere peces gordos y que representen a los verdaderos responsables del círculo de corrupción del gobierno central y de los gobiernos seccionales. Caso contrario, la acción de la Fiscalía no será más que un parche colocado para cubrir otros casos que duermen en el olvido.
Las prácticas corruptas llevan siglos de historia, pero preocupa saber que hay cierta tendencia a creer que son realidades inherentes al ser humano y asusta escuchar que algunos ciudadanos aplauden que los funcionarios “roben, pero que por lo menos hagan obras”.
El primer caso de corrupción documentado se remonta posiblemente al antiguo Egipto. Durante el reinado de Ramsés IX (1100 a.C.) un funcionario del gobierno llamado Peser, denunció los negocios deshonestos de un colega suyo asociado a una banda de profanadores de tumbas. Al parecer, al igual que hoy, también en el pasado, la muerte no deja de ser una oportunidad para engordar el patrimonio de personas despiadadas.
Sin embargo, es alentador mirar que, a propósito de los últimos escándalos, un sector muy significativo de la sociedad empieza a demostrar interés en el presente y quiere convertirse en activista de la causa común contra los corruptos. Estamos en la primera etapa, es decir, hemos logrado comprender el problema y los daños que ocasiona. Los ecuatorianos estamos empezando a entender que la viveza criolla no es una forma de justificar el delito. Hay un cambio notorio en la opinión pública y la corrupción se convierte cada vez con mayor fuerza en un tema de diálogo que está en la calle. Pero, esta euforia ciudadana anticorrupción debe extenderse a la siguiente etapa. La toma de conciencia es efectiva cuando trasciende hacia la utopía de conseguir una reforma estructural de la administración pública. Para que este sueño se cumpla, no pueden estar al frente de las instituciones públicas los mismo que gobiernan hoy o los personajes que ya tuvieron su oportunidad anteriormente y que tampoco dejaron un legado digno de agradecer.
Cuando la corrupción se vuelve sistemática como en el Ecuador, las medidas convencionales son insuficientes, tampoco están obsoletas, pero, es necesario inventar nuevas formas de acción, con nuevos actores, dispuestos a interpretar papeles novedosos para que las escenas no se repitan. A pocos meses de iniciar una nueva campaña electoral, ojalá caigan los peses más gordos para que no vuelvan a ser candidatos. (O)

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