Pensando en un amanecer distinto / Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión

Girar la cabeza para mirar hacia atrás, solamente nos  confirmará  que, continuamos siendo un país reactivo y no preventivo. Cada vez que se toman medidas, realizan inversiones o ejecutan propuestas encaminadas a solucionar una grave falencia social, nos prolongamos en el comentario y en las fotos, pero terminamos por olvidar el entorno de esa obra o respuesta asumidas, y, de esta forma, no logramos anticipar momentos, ni reacciones, que terminan afectando ese trabajo, empeño o solución adoptadas. Eso se llama descuido y también negligencia.

Entonces, tal como dura “la alegría del pobre”, el festejo nacional por la instalación del radar en los altos de Montecristi, la percepción de seguridad con la declaratoria del estado de excepción y, la esperanza de enfrentar y terminar con la violencia y el narco-terrorismo, no supera ni tan siquiera el tiempo prudencial de la prueba y da paso a la frustración y al desencanto.

Injustificable, desde todo punto de vista lo ocurrido en Manabí, sin importar quien lo hizo. Injustificable, la actitud de ciertos líderes que prefieren el caos y no el diálogo. Como injustificable también es; aquello que continúa aconteciendo en las cárceles, calles, plazas y carreteras de este país, plagado de inseguridad, amenaza y temor.

Se necesita mano firme para cambiar ese estado de afectación, pero también, se requiere de una actitud legislativa y de control más comprometida, más proactiva  y menos reactiva-justificativa. Hay que salir de la maraña de informes y tomar decisiones.

Un viejo dicho sentencia «A grandes males, grandes remedios». Pues bien, dejemos de lado las contemplaciones y de escudarnos en tanta norma proteccionista de los «derechos de los victimarios» y empecemos a pensar también en los «derechos  de las víctimas». Intentemos ser justos, por sobre los sesgos.

Esa sola actitud, de cambio de mirada, facilitará el entendimiento y la colaboración entre las funciones del estado y -cumpliendo cada una lo que le compete- apuraremos como país, una solución trascendente y urgente para proteger a la sociedad, cuidar de su integridad y garantizar su proyección y desarrollo.

Esto no pretende significar que dejemos de reconocer lo que se hace bien. No, todo lo contrario. Tenemos el deber de aplaudir y decirlo a viva voz. Pero, por favor, olvidemos también, por un momento, de la ambición de figuración personal y pensemos en los demás, en aquellos que con su voto hicieron posible tener una nueva opción de gobierno, y tratemos de ser considerados con su esperanza de cambio.

Basta del posicionamiento grupal y partidario que, a ultranza, limita, encuadra no solo el comportamiento, sino el pensamiento; y enclaustra el espíritu, la libertad y la fe. (O)

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