Pareto y la corte / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión

¿Por qué es tan difícil actuar con rectitud, transparencia y honestidad en el sector público? En realidad no es difícil, o no debería serlo, pero son tantos los casos de picardía a nivel personal e institucional denunciados a diario que parecería que efectivamente la decencia fuera un valor excepcional cuando se ejerce un cargo en el Estado. Tan raro, que bien podríamos aplicar la Ley de Pareto del 80/20 en la que solo esa pequeña parte (el 20%) vendrían a ser aquellos políticos y/o funcionarios ejemplares que obran con decoro y pudor, y no nos equivocaríamos.

Desde hace unos tres lustros el manejo de la cosa pública se fue poniendo patas arriba, ahora la regla es la viveza y la excepción la integridad en virtud a que casi sin notarlo los honestos hemos ido cediendo terreno a los que no lo son hasta que estos terminaron apoderándose de ese 80% pretendiendo controlarlo todo.

Pero nada está perdido, porque mientras un haz de luz destaque en medio del marasmo oscurantista, hay esperanza. Es el caso de contadas instituciones públicas como la Corte Constitucional del Ecuador (CCE) que durante los tres últimos años demostró profesionalismo, probidad técnica, compromiso, independencia y honestidad. Esa CCE pertenece al 20%, fue la singularidad, es la luz.

Varios y muy valiosos son sus logros los cuales le devolvieron credibilidad, prestigio y respetabilidad a tan valiosa institución, sin embargo, hubo un gesto simple y sencillo (que no por ser simple y sencillo ha dejado de ser motivo de grandes escándalos en otras instituciones del Estado) que grafica de cuerpo entero la moralidad y señorío con la que actuaron sus jueces durante este tiempo: el sorteo para renovar parcialmente la CCE fue el 7 de febrero pasado y se llevó a cabo de la forma más clara y transparente posible: en transmisión de video en vivo por redes sociales, con un notario presente, cada uno de los nueve jueces escribió su nombre en una pequeña hoja de papel; luego, a vista de todo el mundo una persona los doblaba exactamente de la misma forma y los iba depositando uno por uno en una urna de cristal que reposaba también sobre una mesa de cristal; finalmente, el presidente sacó (revolviendo con su mano la urna y la vista ajena a ella) los tres papeles con los nombres de quienes debían irse, uno de ellos fue precisamente él.

¿Ve? no es tan difícil ser honesto. Además, si nos regimos por la Ley de Pareto, normalmente ese 20% de esfuerzo ético y cabal suele ser en la práctica el que reporta el 80% de los resultados o efectos esperados, por lo tanto, mientras haya gente honorable como los jueces y funcionarios de la CCE, seguirán siendo el faro que guía a través del caos y la penumbra.

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