PARA SALIR DEL DILEMA / Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión



“El secreto del cambio es enfocar toda tu energía no en luchar contra lo viejo, sino en construir lo nuevo».  SÓCRATES. 

Me he propuesto este día vestir casual, porque desde muy temprano el espíritu me encamina a levantar el ánimo y tomar algunas decisiones importantes, cuyas consecuencias serán, finalmente, génesis de otras tareas supervinientes. 

Todas ellas, parte de un ejercicio democrático en el que la sabiduría ciudadana será determinante y aportará, en cada rincón del territorio patrio, líneas que más adelante permitirán explicar la relación “causa-efecto” para entender por qué algo sucede, en tanto que, la coincidencia, hará posible que tenga lugar un suceso o circunstancia que sobreviene. Una suerte de evento contingente pero necesario, al que bien podríamos tildar como casualidad, porque nos permite escoger autoridades y representantes; tanto como expresar opiniones y marcar derroteros. 

Esta dualidad será más severa para algunos políticos enfrascados en sus propios desafíos y episodios de amor y odio, de espaldas al interés general de cambio. 

Por eso, no cometeré el error de sostener que la situación se resolverá por el azar, aunque mucho de casualismo vaya de por medio en este artilugio electoral, cual si se tratase de un “ animus damnandi ” sujeto -como vulgarmente suele decirse- a una lotería en manos de la gente.

En un sistema democrático, perfectible como el nuestro, causalidad y casualidad son conceptos relevantes en cuanto a la toma de decisiones y accionar del pueblo. Y pueden ser factores electorales determinantes. Tener un impacto significativo en la percepción de los ciudadanos sobre los políticos; y, por tanto, incidencia en su comportamiento electoral.

La causalidad conducirá a establecer una relación clara entre las acciones de los políticos y los resultados que obtiene el país, y de por sí, ayudará a los ciudadanos a tomar decisiones informadas en las elecciones. Por ejemplo, si un partido o movimiento político se atribuye el éxito económico del país, los ciudadanos tienen derecho a saberlo y pueden votar por él, en función de esa percepción.

La casualidad por su parte, puede ser vista como factor importante de las elecciones, si se produce un suceso fortuito o accidental que afecte a la vida de personas y comunidades. Un desastre natural, por ejemplo, puede tener un impacto significativo en la percepción de los ciudadanos sobre la responsabilidad y la capacidad de reacción para manejar situaciones de emergencia.

En lo dicho, creo que no podemos ni debemos pretender ser más papistas que el Papa. No es justo demandar por un candidato y unas preguntas que se ajusten a nuestro perfil de exigencia o de respuesta. Así, no van las cosas. 

Sería como anteponer la carreta por delante de los bueyes.

Pensar en lo posible, es intentar acercarse al pronunciamiento de un buen número de ciudadanos. Ojalá de la mayoría. Exigir la perfección, es alejarnos de esa posibilidad. De ahí que coloquialmente se diga que “lo perfecto es enemigo de lo bueno”.

Por ello, es indispensable intentar separar factores endógenos y exógenos. Asumir la elección de personas y selección de respuestas a la consulta, siendo realistas, objetivos, serios y optimistas en nuestras apreciaciones y decisiones. 

Finalizo comentando que -en efecto- no hay una relación directa entre vestir de forma casual y apurar una decisión causal. 

La forma de vestir, es asunto superficial y externo que no influye en la toma de decisiones, pero sin duda, nos puede hacer sentir más cómodos y dispuestos a la hora de atender el llamado para acudir a las urnas a sufragar. 

Entonces, solo resta decir…  ¡Buena jornada y a contar los votos!

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