Nuevo orden mundial / Esteban Torres Cobo

Columnistas, Opinión

El Foro Económico Mundial que se lleva a cabo en Davos cada año normalmente reúne a los políticos, empresarios y personajes más importantes y relevantes del mundo. Sus objetivos e intereses, como es usual en el divorcio entre las élites y los ciudadanos de la calle, parecen absolutamente cómicos y altamente necesitados de autoritarismo y control. Una que otra cosa suena interesante pero todo peca de una arrogancia intelectual y de una falsa superioridad que claramente explica porque esas élites se sorprenden cuando las cosas se salen de su marco conceptual, como que ganen personajes de derecha las elecciones. Y parece que cada vez se vuelven peores.

Ya a esta cita no acudieron los presidentes de las potencias más importantes del mundo, salvo Alemania. Tampoco los empresarios más influyentes, empezando por Elon Musk que abiertamente se burló de la reunión. Es que parece que hasta expolíticos medianamente cuerdos pierden esa calle y festejan las babosadas.

Fue curioso ver como Tony Blair, padre del reformismo en el Partido Laborista en Inglaterra y un hombre muy de calle en su momento, pedía controles con chips para los no vacunados en las futuras pandemias que llegarán. Sería interesante que se presentase a unas elecciones con ese discurso para ver si ganaría un escaño siquiera en el Parlamento.

Davos es lo más parecido a una facultad progre en alguna Ivy League de los Estados Unidos, solo que con cientos de jets privados parqueados en el aeropuerto más cercano. Son los mismos actores de Hollywood que abogan por cuidar el medio ambiente mientras vuelan casi solos en sus jets privados. Y los mismos que condenan al ciudadano por movilizarse en su carro viejo.

Los mismos que quieren que dejes de comer carne pero que volvieron a comer, en el mismo Davos, el mejor filete Waygu que dan las vacas. Son los mismos empresarios farmaceúticos que te obligaron a que te vacunes contra el covid cuando ellos no se habían puesto ni una dosis. Eso es Davos, y eso es, lamentablemente, la progresía mundial. Imposible escuchar el discurso de algún líder conservador o antiestablishment, alguien que diga algo distinto. Ese sería el estudiante disonante que se gana la nota baja sin justificación.

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