Nuestras propiedades eléctricas / Kléver Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión

Más de dos de las tres décadas de mi profesión practico la Medicina Tradicional Oriental y en particular la Acupuntura Tradicional China y la Moxibustión (y que todavía me asombra), que con el tiempo he ido agregando otras miradas con la intención de integrarlas en algo que mereciera llamarse medicina energética. Mi esfuerzo principal consiste en unir la venerable riqueza de la Acupuntura China con los revolucionarios hallazgos de la orgonomía y las bondades de nuestra medicina convencional.

El nombre más cercano a la realidad es el de Medicina de la Energía. Existen variadas energías, pero aquí se está hablando de la energía vital o bio-energía, como se prefiera denominarla. Es la mismísima energía característica de los seres vivos (todos) y está muy lejos de ser sólo una hipótesis atractiva: es una fuerza física que puede estudiarse, concentrarse y utilizarse terapéuticamente, ya que no sólo se la encuentra en los seres vivos sino también en el medio ambiente donde transcurre nuestra existencia. En la profundidad y en la superficie del organismo esta energía tiene trayectos específicos que una gran tradición médica ha estudiado con pericia y minuciosa observación: la medicina tradicional china, de la cual la acupuntura es el fruto más brillante y conocido. A lo largo del tiempo y del espacio, la búsqueda de los científicos chinos no fue un acto solitario, otras tradiciones también postularon la existencia de la energía vital, que los chinos llamaron chi, los hindúes prana y los griegos pneuma. Pues bien, para comenzar a acceder a este pequeño microcosmos, se ha investigado algo así como la traducción eléctrica de la energía en algunos puntos importantes del sistema utilizando un tester diseñado por Ryodoraku, la escuela de electro acupuntura japonesa.

Un electrodo se sostiene en la mano, conducido desde un aparato medidor de una pequeña e imperceptible cantidad de corriente que debe distribuirse por el resto de la piel sin interferencias, razón por la cual hay que quitarse todos los metales, investigando y explorando la intensidad de la corriente que es capaz de pasar a través del punto, lo cual expresa el grado de resistencia que esa zona representa para el pasaje del fluido eléctrico. Esto permite saber cuánta es la energía de cada punto explorado, un dato que antes no se conocía con exactitud. Tanto en Oriente como en Occidente, se ha demostrado que tanto los puntos como los meridianos tienen propiedades eléctricas diferentes al resto de la piel: a su nivel la resistencia eléctrica disminuye sensiblemente. La resistencia eléctrica de la piel tiene un valor promedio de 1.000.000 de ohmios, pero a nivel de los puntos de acupuntura ese valor desciende a 50.000-100.000 ohmios, siendo un poco más elevado en el trayecto virtual de los meridianos.

Es claro, entonces, que la información obtenida puede utilizarse tanto para el diagnóstico como para evaluar los resultados de un tratamiento. En este aspecto importa conocer no sólo la cantidad promedio de energía que tiene una persona, sino también las características de su distribución. Ambos datos resultan decisivos a la hora de preguntarse la razón por la cual se presentan determinados síntomas o enfermedades. Podrá verse que la investigación energética apunta a conocer las características globales de la persona estudiada y, por lo tanto, su funcionalidad como sistema. El estudio de «las partes» (órganos) importa en función del conjunto (sistema). (O)

 

Medicina Integrativa Oriental

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