No se puede hacer nada bien sin dormir bien / Kléver Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión

 

De todas las cosas que un ser humano puede hacer, el dormir es probablemente lo que salvaguarda más nuestra salud mental y física. Es quizá lo que más nos gusta en esta vida, cada uno está por fin sólo, sin los demás, nos distrae del mundo, nos hace inmune a sus ataques… ¿pero sólo es cuestión de cerrar los ojos y ya está? Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 40% de la población padece de trastornos del sueño.

En Oriente desde muy tempranas edades se da énfasis en dar al sueño el carácter de “sagrado” por su crucial importancia de ser regenerador energético.  Se dice que el sueño es como la mariposa, si queremos atraparla, es casi imposible, pero si nos quedamos quietos (con la mente tranquila ya que nada podemos solucionar con sólo pensar nuestros problemas) se puede posar en nuestra propia nariz (el sueño llega solo).

Este tema de la perturbación del sueño sólo se empieza a reflexionar sobre él, cuando algún trastorno nos impide dormir. Al sueño lo debemos respetar ¡Qué gran desatino decir “esta noche converso con mi almohada y mañana te digo lo que he decidido”! La hora de dormir no es para acordarnos de lo que pasó ayer o hace meses o años; tampoco es para planificar lo que tenemos que hacer mañana o imaginar o suponer que pasará mañana con tal o cual problema… ¿Cuál es mi presente? Mi presente es que estoy acostado, y entonces ¿qué debo hacer? pues ¡¡ dormir!!

Cuando el cerebro está descansado y la producción de hormonas está equilibrada, la memoria funciona a la perfección. Eso hace que la imaginación sea más potente y nosotros, más creativos. La falta de sueño hace que los adipocitos (células grasas) liberen menos leptina, la hormona supresora del apetito. El insomnio provoca, además, que el estómago libere más grelina (la hormona del apetito). Ambas acciones hacen que dormir poco se asocie a la obesidad. Nuestro sistema inmunitario emplea el tiempo de sueño para regenerarse, lo que le permite luchar con eficacia contra las toxinas y los gérmenes que de forma continua nos amenazan. Dormir fortalece las conexiones neuronales. Durante la fase REM del sueño, el hipocampo, el almacén de nuestra memoria, se restaura, transformando la memoria a corto plazo en memoria a largo plazo.

En la Universidad de Hafi (Israel) lo han corroborado con los resultados de un estudio que afirma que una siesta de 60 minutos a media tarde ayuda a fijar los recuerdos y la destreza. Un reciente estudio publicado en el European Heart Journal afirma que los insomnes tienen tres veces más posibilidades de sufrir una insuficiencia cardíaca que los que duermen a pierna suelta. El insomnio aumenta los niveles en sangre de las hormonas del estrés, lo que aumenta la tensión arterial y la frecuencia cardíaca. Otros estudios también ligan el insomnio a tener el colesterol más alto. Cuando dormimos, el cuerpo se relaja y eso facilita la producción de melanina y serotonina. Estas hormonas contrarrestan los efectos de las hormonas del estrés (adrenalina y cortisol) y nos ayudan a ser más felices y emocionalmente más fuertes. La falta de sueño provoca, por el contrario, una liberación aumentada y sostenida de las hormonas del estrés. Un celular, una laptop, necesita cargarse de energía mediante un cargador. Nosotros necesitamos dormir bien para tener energía suficiente al siguiente día…Lástima para aquellos (cada vez son más), que, por dineros mal habidos y por miedo a ser auditados, no pueden darse la lujosa felicidad de tener la almohada más cómoda del mundo como es la conciencia tranquila. (O)

 

Medicina Integrativa Oriental

 

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