No podemos elegir a quién odia el dólar

Columnistas, Opinión

En anteriores días la candidata presidencial Luisa González advirtió que en el caso de ser electa; su principal asesor en el tema económico será el expresidente Rafael Correa.

Es conocido por propios y extraños que el ex gobernante izquierdista, ha sido un permanente crítico de la dolarización, y es que el dólar americano (moneda oficial desde el año 2000), le puso límites a su revolución, impidiéndole financiar los desequilibrios fiscales vía impresión de moneda inorgánica y/o devaluación monetaria, esto le permitió al país mantener inflaciones bajas; evidentemente el expresidente prófugo de la justicia ecuatoriana, no pudo hacer nada en términos monetarios ni cambiarios. Correa sabía que abandonar la dolarización era muy grave en una economía en donde el 95% de la gente está a favor del dólar. Este sistema ha salvado a la economía de los vaivenes políticos que ha vivido el país; atenuando la inflación, y evitando la devaluación. No obstante, el ex mandatario hace algunas semanas aseguró que sería un “suicidio geopolítico” dolarizar la economía en Venezuela. Lo cual deja entrever la desidia que tiene frente a la moneda estadounidense.

Evidentemente la tendencia de los gobiernos populistas como el de la candidata González y su potencial asesor Rafael Correa es desarrollar el gasto público y activar el ritmo de la emisión monetaria; pero sin duda no lo podrá hacer, porque el dólar lo impedirá.

No olvidar que el ex presidente, posible asesor (si gana la candidata González), en su momento recibió una economía con abundantes recursos derivados de los elevados precios del petróleo (el barril de petróleo subió de $57 a $140); con tanta plata que le llegó del cielo, destinó una desmedida y cuestionada (por los precios altos) inversión pública, lo que le significó al país obtener “buenos resultados” económicos entre el 2008 y 2011. No obstante, esta bonanza estuvo acompañada de un desorden de las cuentas fiscales y un alto crecimiento del gasto público, desequilibrado frente al tamaño de la economía ecuatoriana, incrementó subsidios para mantener contento al pueblo, pero comprometiendo las finanzas públicas, que desembocaron en permanentes déficits fiscales.

Una vez que se estabilizaron los altos precios del petróleo, los gastos siguieron aumentando, metiéndole la mano al Banco Central que se convirtió en su caja chica (Los créditos del Banco Central al gobierno no fueron registrados como deuda pública, tampoco las deudas con el IESS, apareciendo la famosa deuda consolidada (mecanismo que oculta la deuda pública). En este sentido, Rafael Correa en su informe final a la nación (2017) manifestó que la deuda pública ascendía a 23.7% del PIB, cuando la verdad fue que esta deuda superaba el techo legal del 40% del PIB.

El escaso ahorro del país descendió las reservas internacionales, ubicándose por debajo de los 4 mil millones de usd emplazando un Ecuador más vulnerable ante shocks externos; entonces se inició la escalada de endeudamiento; pero no lo hizo con los organismos multilaterales de crédito (porque no le convenía rendir cuentas), lo hizo con China (empeñando el petróleo ecuatoriano), que ofrecía financiamiento con menos condiciones, pero a una tasa de interés más alta. La presencia del estado en casi todas las actividades productivas ciertamente generó un aparato burocrático obeso, dejando de lado al sector privado que debe ser el motor que mueve la economía. Estas y otras medidas populistas afectó  una escuálida inversión extranjera. Este es el asesor de González en caso de ganar la presidencia del país. ¡Tremendo! Alguien que odia el dólar.

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