Natural…/ Andrea Manjarrez Ocaña

Columnistas, Opinión


La modernidad mundial ha creado la industrialización total con un interés natural mínimo, pues el enajenamiento mental del ser humano ha logrado que la vida pase a ser un objeto y la naturaleza inexistente. La ironía del cuidado ambiental nos ha llevado a mucho hablar y poco hacer, pero ¿de qué lado te pones tú?

Tenemos en un extremo la realidad lucida del daño que a diario se ocasiona, pues ahora nos rodean paisajes oscuros nubes grises, niebla y  humo, ocasionados por la contaminación y la inconciencia humana que denotan deterioro, bazofia, tristeza proyectando así un futuro apocalíptico terrestre;  tenemos al otro lado a la naturaleza pura y responsabilidad ambiental, en la cual se obra de tal modo que los efectos de la acción sean compatibles con la permanencia de una vida humana auténtica en la Tierra. Meditar en un ambiente natural, es como tomarse un calmante, aquel que posee un color verde que el mundo no puede perder, que clama día a día sobrevivencia, que suplica atención. La insignia principal del ambiente es el árbol, que simboliza densidad, crecimiento, proliferación, generación y regeneración.

Por su grandeza, longevidad, continua renovación y crecimiento, se entiende como la vida misma, intrínsecamente la mirada del ser se sitúa en luchar por salvar lo natural y construir un futuro mejor al que se avecina peligrosamente; ese afán de pocos defensores naturales simboliza el impulso corresponsal de aportar al cuidado del entorno, sujetándose en la hermosura de las montañas resplandecientes, el árbol frondoso, el animal contento, las aguas cristalinas de mares y ríos, aminorando con compromiso el impacto medioambiental. Debemos actuar, recuerda mi mano ya no es mía, es tuya, o nuestra, una mano que lucha por la salvación del entorno Natural. (O)


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