Miserias morales / Klever Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión

En nuestro planeta, cada vez más, se va agudizando la dependencia y la sumisión esclavista al poder y al dinero. Constituido ya casi como un “vicedios”, el mundo de “mi metro cuadrado” incide irracionalmente, opacando cada vez más, los verdaderos valores intelectuales, académicos y éticos. El verdadero sentido de humanidad se ha ido extinguiendo asolada por miserias morales, cinismos, egoísmos y ambiciones a pasos agigantados. La arrogancia y la vanidad esculpen el camino de nuestras generaciones jóvenes. La ausencia de orientación filosófica racional y de un sabio pensamiento acerca del yo personal, reemplazan a la sabia humildad del “mientras más eres, menos siéntete” por un histrionismo egoísta y envilecedor. ¿Cabe humanismo en un medio donde el negocio es sinónimo de “viveza”, de explotación, de cobros indebidos, de prácticas profesionales fraudulentas, estafadoras, en donde se evidencia una feroz antropofagia (el hombre devorando al hombre)?

En vez de cimentar principios filosóficos y científicos para mantener salud, tenemos un perfil idiosincrático reactivo (si no nos pasa a nosotros o hasta que nos pase, no hacemos caso a sugerencias o consejos, no somos para nada preventivos) y sin consecuencias (no hay penalidades ni sanciones ante nuestras malas conductas). Hace falta una conciencia social altamente desarrollada, interesarnos por la vida en sociedad, en las relaciones humanas, en los valores morales y el verdadero autogobierno preventivo de las cosas. Como complemento a ello debería estar el aspecto humanístico, para lo cual se debería “diseminar” la más elevada enseñanza temprana de la filosofía práctica hasta alcanzar el aspecto social de la vida cotidiana, alcanzar un plano de conciencia más elevado. Pero, mientras la lectura sea un “sacrificio desagradable” en nosotros, seguiremos galopando entre la ignorancia y la estupidez.

Unificar las dos partes complementarias de la naturaleza humana: la sabiduría intuitiva como aporte al conocimiento práctico y la acción social en función de unidad, relacionando siempre con la imagen de la sabiduría. Por ejemplo, en salud, en oriente, el proceso de ver patrones en la multiplicidad de acontecimientos clínicos permite a la medicina oriental visualizar un paisaje integral, hacer un diagnóstico más profundamente fenomenológico, percibir las desarmonías de manera individual, y por lo tanto aplicar un tratamiento más humano, específico y restaurador. Nos hemos preguntado alguna vez: ¿Sería factible la existencia de nuestra estrategia científico-médica sin el auspicio de la trama poderosamente omnímoda de la industria mercantilista farmacológica? ¿Habrá la esperanza de no “deber” a nadie los estudios e investigaciones a fin de que sean honestos y verdaderamente neutrales? ¿La mayoría de nuestra población tiene un real acceso a los fármacos “modernos”, estudios e intervenciones “de punta” con los costos actuales?

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