Medicina para esclavos y para libres / Pedro Reino Garcés

Columnistas, Opinión

 “Solo hay que dar consejos a quienes aceptan seguirlos. Si no es menester hacer como los médicos que se marchan cuando los pacientes y los enfermos no quieren escuchar sus prescripciones”, dice Foucault sobre los filósofos griegos en la interpretación de los textos relacionados  con las experiencias de la democracia. Nos alerta Foucault que ya unos 500 años antes de Cristo, “la medicina se caracteriza de tres maneras, no solo en los textos platónicos…” Dice que la medicina  es un arte de coyuntura y a la vez de conjetura, “porque a través de los signos mostrados se trata de reconocer la enfermedad, prever su evolución y, por consiguiente, escoger la terapéutica adecuada. Arte de coyuntura, arte de conjetura que se apoya, por supuesto, en una ciencia, una teoría de conocimientos…debe poner en juego una práctica del desciframiento.” (p. 241)

Además dice que la medicina “es un arte de persuasión. El médico, el buen médico, es también quien es capaz de persuadir a su enfermo”. Entonces nos adentramos en entender una especie de condición intelectual del paciente. En nuestro medio de prácticas interculturales, hay mucha tela que cortar al respecto porque tocaría verificar, por ejemplo, quiénes son conocedores de una práctica confiable de “medicina ancestral” para saber si no caemos en la charlatanería y el riesgo de complicar estados de salud y aspiraciones de vida. Estas ideas se me anticiparon a lo expuesto por Foucault que  explica que en Grecia había una “medicina para esclavos” y otra medicina para “personas libres, ejercida por médicos que por su parte son hombres libres”. Una tercera clase de medicina es “un arte que toma en cuenta la vida entera del enfermo…” (sociedad) no está pensando solamente en curar tal o cual enfermedad” sino en una actividad que oriente a “un régimen de vida, con la tarea de la persuasión, que es propia de la medicina y del médico” (p. 242).

¿Quiénes son los esclavos pacientes de una medicina para ellos? Pienso que se trata de enfermos que dan explicaciones hasta mágicas a sus enfermedades, que en todo ponen de por medio a la divinidad. En Grecia, al parecer se curaban porque llevaban hasta amuletos. El médico aquí tiene que enfrentar con conjeturas y coyunturas  étnico-culturales. ¿Cómo persuadir a un paciente que tiene esquemas mágico-religiosos? –la enfermedad en estos estratos es castigo divino- Aquí no hacen falta médicos sino brujos y sacerdotes. Y cuando interviene el médico se limitará  “con decir: hay que hacer esto, no hay que hacer aquello; hay que tomar esto y no hay que tomar aquello”.

En los hombres libres, se cree que el paciente tiene o está consciente de su enfermedad, por eso le toca “prescribir y al mismo  tiempo persuadir” El hombre libre tiene mejor formación y mente abierta para demostrar que es deliberante. Aquí el médico tiene más libertad porque se dirige a “espíritus libres”, creo que debemos decir que son espíritus deliberantes que han salido de los dogmatismos por muchos caminos, pero fundamentalmente por el de la educación crítica.

Sobre el tercer enfoque referente a la “vida entera del enfermo”, se entiende que es una especie de pedagogía social porque hay que pensar en toda una colectividad. Los griegos estudiaron “su colectividad” para entender cómo debían llevar sus prácticas curativas. En una sociedad como la nuestra, que es una sociedad abiertamente enferma, que por ejemplo hace caso omiso de disposiciones restrictivas de aglomeraciones de mercadeo, festejos, respaldos políticos en procesos eleccionarios, irrespeto a los distanciamientos en trasportes, mercados, trámites burocráticos, etc, las pedagogías académicas deben partir de los postulados de la realidad social para no fomentar esa discriminación vigente, afectada con el eje transversal de la ignorancia. (Comentarios al libro de Foucault, El gobierno de sí y de los otros, Fondo Cultura Económica, 2017). Cronista Oficial de Ambato. (O)

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