Razón y sabiduría

Columnistas, Opinión

¿Cómo puede cambiar nuestra vida en este siglo deshumanización? Si nos ponemos a escuchar a la mayoría del pueblo, los sentimientos que más le florecen ante cualquier conversación trivial acerca de cualquier tema social, político, cultural, religioso son la desesperanza, la desconfianza, la decepción y el odio sembrado por bazofias irresponsables disfrazados de salvadores. Si no actuamos oportunamente la raza humana se resquebrajará y se dividirá fanáticamente y su absurdidad será para cada uno una verdad sagrada o una herejía horrenda. Es que ¿no podemos, simplemente, llevarnos bien?

Desde niños vivimos un viejo dilema humano: competir o cooperar, monopolizar un recurso o compartirlo. Es preciso reconocer la diferencia entre lo universal y lo particular, los detalles se advierten como simples excusas para pelear o para incitar a la violencia. La mayor parte de los conflictos humanos se perpetúan precisamente porque las personas se obsesionan por los detalles de su malestar y porque no quieren o no pueden elevarse a un dominio emocional donde encontrarían bienestar.

Esto ofrece claros indicios de que las fuentes universales de desacuerdo provienen de nuestra naturaleza animal, no de nuestras capacidades más elevadas y humanas. De todas formas, hay que recordar que los mundos de la conciencia coexisten al mismo tiempo, desde el estado más bestial al más angelical, y que es posible pasar de un estado a otro de forma instantánea. Por eso, cualquiera sea nuestra vida, su naturaleza animal siempre se encuentra al acecho preparada para saltar sobre los demás si soltamos las riendas.

Pero cómo convertir los buenos sentimientos de la frase “paz en la tierra a los hombres de buena voluntad” si sigue siendo una de las grandes preguntas sin respuesta. En realidad, las diferencias acerca de la mejor manera de obtener la paz y la buena voluntad se convierten, muy a menudo e irónicamente, en causa de guerra y mala voluntad. Las religiones en vez de instaurar la paz han sido corrompidas hasta el punto de servir de justificación para la guerra. Muchos sistemas políticos han tenido su oportunidad de brindar mayor estabilidad, pero al final se han corrompido igual y peor, fortalecidos con sus discursos tramposos generando más miseria y convirtiéndose en dictadorzuelos de vida lujosa.  La ciencia y la tecnología además de grandes avances también están creando armas de destrucción masiva.

A pesar de todo, tenemos que seguir siendo optimistas, pues creo que la razón y la sabiduría finalmente conducirán a la humanidad por caminos más pacíficos, menos egoístas, con más accesibilidad al verdadero perdón, con más amabilidad, consideración y respeto a los demás. Respeto al que se sacrifica, al trabaja arduamente y que da trabajo. Resolviendo los conflictos internos, se posibilita una interacción más tranquila con los demás. Si se conquista al enemigo interior ya no quedan enemigos en el exterior. Ya lo dijo Gandhi: “No existe ninguna palabra que signifique enemigo” y Nietzsche lo concluyo: “la gente feliz no tiene historia”.  

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