Nunca te lo dije / Klever Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión

Después de más de seis décadas de vida recuerdo que alguien me dijo que una buena manera de mantener viva la chispa del amor es volviendo a mirar nuestro ombligo, pequeño testimonio de la conexión más importante, del inicio de la vida, la que ahora la vemos tan corta. Jamás, los hijos, podremos entender lo que significamos para nuestra madre. “Hacer” de sus hijos, adultos educados, honestos, trabajadores y responsables no habrá sido fácil…entregar la vida si es necesario.

Recuerdo un pasaje que cuenta que una tierna niña era el centro de la atención de su familia, especialmente de su madre. Cuando tenía diez años pregunto: ¿Mami cual será mi mejor regalo a los 15 años? No te parece que falta mucho para esa fecha contesto atenta su madre. Bueno mami, tú dices que el tiempo pasa volando, pero nunca lo he visto pasar por aquí comento impaciente…Un domingo caminando por el parque la nena de repente fue cayendo lentamente al piso, su madre la agarró de inmediato, la tomo en brazos y la trasladado a una clínica.

Allí permaneció por 10 días y fue cuando le informaron que su hija tenía una grave enfermedad que afectaba seriamente su corazón. Una mañana preguntó a su madre: ¿Mami, voy a morir no es cierto?  No mi amor, no vas a morir, Dios no permitiría perder lo que más amo en el mundo. ¿Mami, los que mueren van a algún lugar, pueden ver desde allí las personas queridas? Bueno…hijita, nadie ha regresado de allá a contar algo sobre eso, pero si yo muriera no te dejaría sola, desde el “más allá” buscaría la manera de comunicarme contigo o utilizaría hasta el viento para venir a verte, pero sentirás que estoy contigo cuando un suave viento roce tu cara y una brisa fresca bese tus mejillas.

El asunto era grave se necesitaban un corazón…El tiempo pasó y la nena empeoraba. Justo en el mismo mes que cumplía 15 años fue cuando consiguieron un donante…las cosas iban a cambiar…la operación fue un éxito total. Superada la última evaluación, fue dada de alta. Al regresar a casa, todos se sentaron en la sala, su padre con lágrimas en los ojos entregó a la niña una carta de su madre: Hija mía, mi gran amor…al momento de leer mi carta debes tener 15 años y un corazón fuerte latiendo dentro de tu pecho, esa fue la promesa de los médicos que te operaron. No puedes imaginar ni remotamente cuanto lamento no estar a tu lado en este instante, cuando supe que ibas a morir decidí dar respuesta a una pregunta que me hiciste cuando tenías 10 años y que no respondí, decidí hacerte el regalo más hermoso que nadie jamás ha hecho…Hija, te regalo mi corazón y mi vida entera sin condición alguna, para que hagas con ella lo que tú quieras…Vive hijita mía…te amo.

La nena lloró todo el día y toda la noche, al día siguiente fue al cementerio y sobre la tumba de su madre sollozó como nunca lo había hecho y susurró: Mamita, ahora puedo comprender cuanto me amabas, yo también te amaba, aunque nunca te lo dije y te pido perdón por haber guardado silencio…(en ese instante las copas de los árboles se movieron suavemente, cayeron algunas flores y una suave brisa acarició las mejillas de la tierna niña), alzó la mirada al cielo, sonrío y sintiendo la presencia espiritual de su madre susurró: ¡Gracias, mamá, Gracias por todo! (O)

MEDICINA INTEGRATIVA ORIENTAL

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