MEDICINA INTEGRATIVA ORIENTAL: La estupidización avanza / Klever Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión

Como ya dijimos en algún editorial anterior, la estupidez es en esencia, no un defecto intelectual sino moral y avanza rápidamente. Ágiles intelectuales, pero estúpidos, que fungen como “líderes” o “salvadores-transformadores” con tanto verbo que provocan una pseudohipnosis en sus fieles seguidores, y no es que la estupidez sea un defecto congénito, sino que, en determinadas circunstancias, las personas permiten que esto les suceda. Se produce frecuentemente en grupo por eso es menos un problema psicológico que sociológico. Se requiere que este “salvador” se revista de poder ya sea de carácter político, religioso o musical para infectar de estupidez a gran parte de la humanidad. Casi como si se tratara de una ley sociológica-psicológica donde el poder de uno necesita la estupidez del otro. Sin pensamiento crítico, el estúpido es a menudo testarudo y no es independiente, al contrario, al conversar con éste, uno siente virtualmente que no está tratando en absoluto con él como persona, sino con eslóganes, consignas copiadas de su “amo” y cosas por el estilo que se han apoderado de él, está bajo un “hechizo”, cegado, maltratado y abusado en su propio ser. Contra la estupidez estamos indefensos. Ni el razonamiento analítico bien argumentado, ni las protestas ni el uso de la fuerza logran nada ante él, todo cae en oídos sordos, es un enemigo más peligroso del bien que la malicia.

La persona estúpida, en contraste con la maliciosa, está completamente satisfecha de sí misma y, al irritarse fácilmente, se vuelve peligrosa al lanzarse al ataque. Por esta razón, se requiere mayor cautela que con uno malicioso. Nunca más intentaremos persuadir al estúpido con razones, porque es un sinsentido muy peligroso. No es un defecto intelectual sino humano. Vacíos de virtudes como la vergüenza, la conciencia, la confianza, la lealtad, la sinceridad, con aparente identidad y simpatía, practican un ruinoso círculo de falsas amistades para conspirar y mentir sin asco y, si se queda sin fundamento perdiendo su falsa identidad personal y grupal, activa sus emociones negativas sintiéndose agredida haciendo que aflore lo más visible de su estupidez, el ataque. Farsantes, unos dicen ser luchadores sociales, otros enviados de Cristo o estos “artistas” obscenos que se aprovechan de los más pobres, verdaderos Judas del siglo XXI que esconden su avaricia bajo una falsa preocupación por los pobres o por los necesitados. Esto no es un asunto ideológico ni de incredulidad, aquí se evidencia el despeñadero ético en el que estamos cayendo y que es cada vez más profundo. Es el símbolo de la decadencia, de la derrota cultural, la desaparición de los vínculos generacionales racionales que se supone se debería mejorar.

Lamentablemente, creo que el “éxito” de éstos es por nuestra incultura pues América Latina es un pueblo en dramática involución cultural. Prueba de ello es ver como crece ese gusto depravado de los débiles a querer destruir al que produce riqueza y da empleo buscando una igualdad en servidumbre arrodillados a un puñado de vivos que viven en riqueza y empeñados en producir pobreza, pues solo así, estarán eternos en su nube de derroche de dinero ajeno.

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