Maestro siglo XXI / Washington W. Montaño Correa
El acto de enseñar y aprender, ya no existe, el arte y oficio de los maestros, tildados de viejas enciclopedias andantes y conductistas bravos; dejó de ser, para dar paso a “los profes, facilitadores o mediadores del conocimiento” porque el alumno, ahora estudiante <gracias a los avances tecnológicos y científicos> tiene acceso ilimitado a la información y por lo tanto, posibilidades de alcanzar mejores niveles de conocimiento.
Lo anterior es cierto, es la tercera ola de la que habla Alvin Toffler, conocida como la sociedad del conocimiento y todo aquello que ahora es, mañana ya no lo será. El aprendizaje es constante, imparable; la enorme información que circula por las redes, se interpreta, vivencia, aplica y a la mañana siguiente se deberá reaprender. Se aprende lo que se quiera y en cualquier momento, no hay límites y el texto se vuelve obsoleto, la clase presencial es una forma de educación que pierde espacio ante lo semipresencial y distancia. No hay quien enseñe, todo se facilita. “¿La escuela ha muerto? Dice Iván Illich (1926-2002), pensador austríaco, polémico crítico de la educación escolar, escribió el libro ‘La sociedad desescolarizada’ (1971). Afirma Illich que el sistema escolar vive en la ilusión que “la mayoría de lo que se aprende es resultado de la enseñanza”.
El paradigma, que sustenta al fenómeno educativo actual, rompe con viejos esquemas como la caligrafía, ortografía, sintaxis, que son imposibles de sostener ante la avalancha de simplismos, modismos que rápidamente se adoptan y se adaptan a la vida educativa, porque lo digital manda, impone formas escritas no aprobadas (la letra k por la palabra que), el vulgarismo, quichuismo, anglicismo fomentan una comunicación híbrida, equivocada, escueta, propia de sociedades interconectadas pero separadas.
El docente actual vive una constante dicotomía, entre lo tradicional y los nuevos escenarios. La tendencia prioritaria camina hacia la alfabetización digital, investigación en línea, aprendizaje por proyectos, educación interdisciplinaria, uso de plataformas digitales, emprendimiento e innovación, educación hospitalaria, educación en casa, inclusión e interculturalidad. En la sociedad del conocimiento, la gente tiene que aprender a aprender. Las materias pueden ser menos importantes que la capacidad de los estudiantes para continuar aprendiendo y su motivación para hacerlo.
El sistema también va orillando al docente, sesgándolo en la ley, a un funcionario con menos derechos que los estudiantes y los padres; le impone cambios drásticos, pero no lo capacita para lograr efectividad; explota su capacidad laboral pero no lo estimula con el sueldo acorde a su formación y función social; abusa con carga laboral administrativa y exige cumplimiento en tiempos de descanso; irrespeta su tiempo jubilar al negarle el estímulo económico contemplado en la Constitución.
¿Será que ya desapareció el maestro que no se contempla su día en el cronograma educativo? Por lo menos debería la sociedad honrar sus virtudes, sin llegar a la lisonjera. Este día, maestras y maestros, les digo con mi afecto y desde lo más profundo de mi corazón: Feliz día compañeros, con mi abrazo fraterno. (O)