Los dueños y señores de la Viña/ P. Hugo Cisneros

Columnistas, Opinión

LECTURAS DOMINICALES

Mateo 21, 33-43.

Escuchad esta parábola: Había un propietario que plantó un viñedo. Lo cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Luego arrendó el viñedo a unos labradores y se fue de viaje. Cuando se acercó el tiempo de la cosecha, mandó sus siervos a los labradores para recibir de estos lo que le correspondía. Los labradores agarraron a esos siervos; golpearon a uno, mataron a otro y apedrearon a un tercero. Después les mandó otros siervos, en mayor número que la primera vez, y también los maltrataron. «Por último, les mandó a su propio hijo, pensando: “¡A mi hijo sí lo respetarán!” Pero, cuando los labradores vieron al hijo, se dijeron unos a otros: “Este es el heredero. Matémoslo, para quedarnos con su herencia”. Así que le echaron mano, lo arrojaron fuera del viñedo y lo mataron.«Ahora bien, cuando vuelva el dueño, ¿qué hará con esos labradores?» ?Hará que esos malvados tengan un fin miserable —respondieron—, y arrendará el viñedo a otros labradores que le den lo que le corresponde cuando llegue el tiempo de la cosecha.Les dijo Jesús: ¿No han leído nunca en las Escrituras:» “La piedra que desecharon los constructores ha llegado a ser la piedra angular; esto es obra del Señor, y nos deja maravillados?”Por eso les digo que el reino de Dios se les quitará a ustedes y se le entregará a un pueblo que produzca los frutos del reino.

“Propietario” es una de las dos palabras claves de esta parábola juntamente con otra: “los frutos”.  Este propietario quiere unos frutos muy especiales. Con gran esmero ha plantado una viña y espera una buena vendimia, pero los labradores arrendatarios no dan señales de vida. Envía algunos mensajeros para averiguar por la suerte de su viña y los matan. Entonces hace un gesto realmente loco: envía a su propio hijo, que también es asesinado.

Nosotros sabemos que ese hijo es Jesús; pero ¿Cuál es esa viña? ¿Quiénes son los viñadores? y ¿Qué tenemos que ver nosotros con esa historia?

A partir de una viña, la parábola cuenta las relaciones de Dios con los hombres, eso que el Evangelio llama el Reino: “Yo seré vuestro Dios”, había dicho el Señor, “y vosotros seréis mi pueblo”. Con estos términos expresaba Dios su apuesta, su predilección por el pueblo.

El Reino es el gran sueño de Dios sobre nosotros. Dios, que es amor, quiere hacer de la humanidad entera el pueblo del amor. Esto quiere decir dos cosas que están siempre mezcladas estrechamente: un pueblo de hijos queridos por Dios y que quieren a Dios y un pueblo de hermanos que se quieren entre sí. ¡Ésa es la viña y ésa la vendimia!

Para llevar a cabo este designio escogió un pueblo-semilla muy pequeño, un pueblo-levadura: Israel y le confió su viña, su proyecto de liberación para la humanidad. Pero sufrió una fuerte decepción. El pueblo, mal dirigido por sus autoridades, abusa de los privilegios que generosamente le había dado Dios y empieza a creerse el dueño del proyecto del Padre. Esa deriva, obviamente, no satisface a Dios y le envía mensajeros y profetas, pero Israel no los escucha. Olvidándose del propietario, estos primeros viñadores se imaginan que pueden ellos solos hacerse cargo de la viña de Dios. Pero su trabajo es inútil, porque los dones de Dios no fructifican más que con Dios. (O)

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