Liderazgo organizacional / Mirian Delgado Palma

Columnistas, Opinión

La principal fuerza de toda organización es su visión de futuro que define el horizonte por el que deben transitar sus seguidores en busca de la consecución de objetivos y metas idealizadas, pero que, en definitiva, parte de un sueño basado en la consecución de una realidad esplendorosa y desafiante, que modifique o mejore la situación real de una empresa, de un colectivo, de una ciudad, de una Nación.

En realidad “la visión”, es la principal fuerza de toda organización para unir esfuerzos y voluntades a fin de que sea un denominador común en la conciencia de todos, con el propósito de que líderes, organizaciones y sus seguidores hablen el mismo lenguaje y tengan absoluta claridad sobre lo que se quiere alcanzar en el tiempo; y, cuente con el apoyo irrestricto de toda la comunidad.

El objetivo de un liderazgo transparente, real e inspirador es el de obtener de todo un compromiso personal con la visión, misión, objetivos del colectivo. El espíritu es la fuerza que mueve a las organizaciones y a las personas. La tarea de los líderes es buscar el bienestar de los conglomerados sociales comunicando la nueva perspectiva y contagiando el entusiasmo y la necesidad de trabajar sobre propuestas reales, objetivas y concretas que abonen al bien común.

Los líderes deben trabajar, si esa fue su vocación, con el más delicado respeto hacia el fino tejido de la humanidad; en consecuencia, aquí no tiene cabida intereses personales, grupales o partidistas que, soportándose en sus ingenuos seguidores, trepan por las escalinatas del engaño, la falacia y la mala fe, para saciar sus perversos apetitos personales. Visibilizarse ante los conglomerados como los únicos salvadores de la Patria.

Para lograr una verdadera transformación social, económica y política es impensable que todos los lideres tengan absoluta claridad y conocimiento de la realidad nacional y responda a las preguntas ¿Qué hacer?, ¿cómo hacer y para qué hacer? Obviamente estas interrogantes exigirán cambios sustanciales. Esto supone una ardua tarea que no surge por inspiración espontánea, surge al tener un amplio conocimiento y dominio de la problemática nacional.

Todas las transformaciones importantes requieren esfuerzo, sacrificio, devoción y amor a sus semejantes. Inducen a una ruptura con las formas tradicionales de pensar y actuar. El país clama por cambios urgentes, necesarios, responsables que den solución en el mediano y largo plazo a esta vorágine que hoy vivimos atormentados por la descomposición social deshonroso e incontenible, provocada por delincuentes de cuello blanco, ponchos dorados y los comunes.

Los diálogos entre líderes de organizaciones no son para satisfacer caprichos personales, no son para medir fuerzas, no son para demostrar quien o quienes tienen más poder. Son acuerdos que deben estar alineados con los grandes postulados nacionales. Debe haber mucho respeto al “Primer Estadista” visionario del Ecuador. (O)

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