Libertad y justicia / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión

En el año 1700, el Baron de Montesquieu trato de descubrir el gobierno perfecto en El Espíritu de las Leyes. Después de estudiar los gobiernos existentes, Mostesquieu afirmó que la forma del gobierno inglés era la más cercana a lo perfecto, ¨ La más grande y fortaleza yace en el hecho de que el poder está dividido por igual entre las tres ramas del gobierno: el legislativo encargado de hacer las leyes, el ejecutivo que las administra, y el judicial que las interpreta y las aplica. Cada rama balanceada y chequeada por las otras.

Sin embargo, se estima que los elogios de Montesquieu sobre el gobierno inglés no fueron muy comprensibles porque los poderes legislativo y ejecutivo no estaban divididos entre las dos ramas del gobierno; sí estaban combinados en la Cámara de los Comunes.

Sin embargo, no se puede dudar de su valor. Estas reflexiones tuvieron gran influencia en la formación de las monarquías limitadas de Europa. Su idea de chequeos y equilibrios proporcionados por la separación de poderes fue incorporada en la constitución de Estados Unidos, y en las constituciones de un buen número de países del mundo que intentaron copiar buena parte de la norteamericana. Lamentablemente los efectos no fueron equilibrados en la mayoría de casos porque apareció la corrupción.

Los políticos modernos les encanta repetir la frase ¨Montesquieu está muerto y bien muerto¨, tratando de justificar los entuertos que realizan en varios países. Por ejemplo, hay países que aprovechan la mayoría parlamentaria para reformar la Ley del Poder Judicial. Influyen sobre la independencia del poder judicial y se jactan de ello, enterrando a Montesquieu, el filósofo que desafió la independencia de los tres poderes.

Que los políticos de ayer buscaron formas mañosas para dominar los poderes no fue culpa de Montesquieu, ni lo es hoy. Lamentablemente, el poder tiene el atractivo más dominante desde que el hombre apareció en la tierra, la ambición. La ambición de riqueza ilimitada mediante el abuso del poder.

Sí algunos países -que los estamos viendo todos los días- quisieran rectificar su deshonesto accionar político, tendrían que comenzar resucitando Montesquieu. Para él, las leyes políticas y su conveniente ordenamiento son los únicos pilares que pueden producir la libertad y la justicia, por las que tanto claman los pueblos.

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