Les gano de nuevo / P. Fabricio Dávila

Columnistas, Opinión

“Si pudiera ser candidato, les gano de nuevo”. Tras las elecciones seccionales del 2019, el expresidente Rafael Correa aseguró que, si pudiera ser candidato, volvería ganar. En un país con una institucionalidad tal débil, todo es posible.
Las elecciones del domingo, en las que hay 16 presidenciables, son un plebiscito para decidir sobre la vigencia del legado correísta por cuatro años más o el cambio de rumbo político y económico que proponen los 15 candidatos restantes, aunque algunos de ellos fueron parte de la revolución ciudadana. 
El 2017, días después de la primera vuelta, Correa anunció frente a la prensa internacional, la decisión de abandonar el país para sentar su residencia en Bélgica, no sin antes amenazar que volvería si la segunda vuelta era ganada por la oposición. En realidad, nunca se fue del todo.  Pero, después que la pesadilla del correísmo se hizo realidad al ganar su adversario, no precisamente el antagonista oficial Guillermo Lazo, sino de su propio candidato, exvicepresidente y colaborador, la ruptura violenta de los revolucionarios socialistas del siglo XXI fue casi inmediata. Entonces, Correa y sus seguidores hablan del examigo como “traidor”, “deshonesto”, “canalla”, “peor presidente de la historia”,… Y las muestras del “cariño” del morenismo son recíprocas.
Así las cosas, llegamos a unos comicios en los que la figura del expresidente luce bastante intacta. Arauz, apadrinado desde Bruselas, camina bajo la sombra de su tutor y los 13 millones de ecuatorianos llamados a las urnas nos enfrentamos a una decisión eclipsada por la pugna, entre los que dicen representar al anticorreísmo y aquel que sin Correa sería un anónimo.
El presidenciable del socialismo del siglo XXI realiza su campaña a vista y paciencia de un organismo de control, cuya imparcialidad es nula. Si bien, en Pichincha el Consejo Electoral prohibió el uso de la figura del expresidente en la publicidad electoral, a causa de la suspensión de sus derechos políticos, Arauz y los candidatos de Centro Democrático nunca dejaron de usar a un sentenciado como jefe de campaña, quien por su parte, tampoco cesó en esfuerzos para apuntalar la imagen y el discurso que su discípulo no es capaz de sostener, como el acuerdo ficticio con el gobierno argentino para alcanzar cuatro millones de vacunas contra el coronavirus. El domingo se conocerá si la oferta de a ganar nuevamente una elección se cumple, esta vez, no en persona, sino por un intermediario.

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