Las joyas de doña Catalina Pérez en Baños. 1850 / Pedro Reino Garcés

Columnistas, Opinión

Doña Catalina era de Píllaro, y se había casado con don Mariano Veloz, que era de Tisaleo. Si el testamento al que me estoy refiriendo (ubicado en el Archivo de Ambato) es de  16 de julio de 1886, fecha en que la referida Catalina dice tener 45 años, habría que retroceder unos 35 años para dar con que esta pareja fue a residir en Baños, sin nada, y a ponerse a trabajar y adquirir sus respetables bienes a mediados de 1850, época en que Tungurahua no era provincia, ni Pelileo era cantón.

He referido en un artículo anterior que esta pareja, al disponer de una tienda y venta de aguardiente, se hipotetiza como pudiente. Veamos lo  pertinente a las joyas que  declaran tener por el testamento manifiesto: “10 pares de zarcillos de oro, con perlas finas unos, con diamantes un par, otro de esmeraldas, y otros de oro puro.- Un anillo de oro con diamante.- Dos rosarios, el uno con cuentas y cruz de oro, y el otro con corales, cuentas y cruz de oro.- Dos collares grandes de perlas finas, la una de dos sartas o hilos con gota y perla grande; y la otra de cuatro hilos. Dos totumas de plata, la una grande y la otra mediana.- Dos docenas de cucharas de plata de diferentes tamaños y peso.”

Vayamos a la cocina para encontrarnos con “6 pailas de bronce de mayor y menor portes y de diferentes pesos que sirven para el uso doméstico. 4 ollas y 3 chocolateras de bronce fundido, asimismo de diferentes portes y peso. Dos toneles que sirven para el depósito de aguardientes, el uno de cobre tirado y el otro de madera; 12 barriles de conducir aguardientes en medida común. Además al ajuar de cocina tengo también 5 calderas de hierro de diferentes tamaños y en uso actual.”

Como la pareja no procreó descendencia, entran los legados explicados de la subsiguiente manera, lo que además  es un indicativo del tipo de vestimenta de la época ligada a la clase social popular pudiente:

“A mis hermanos Manuel y Vicente Pérez a 100 pesos a cada uno, en dinero. A Juana Pérez mi proahijada, un par de aretes de oro y un par de zarcillos de oro con perlas finas. Dos centros de bayetilla, dos rebozos de Castilla, dos pañolones de merino, dos enaguas de ruán y dos pañuelos de seda. A mi cuñada Manuela Vizcaíno, un centro de bayetilla, un rebozo de Castilla, un pañolón de merino, una enagua, un collar de corales gruesos de tres hilos sin oro. Y a Margarita Veloz un centrode bayetilla, un rebozo de Castilla, un pañolón de merino, y una enagua. Los ocho pañolones finos de seda y merino y de valores valiosos, dejo para que disponga mi marido a su voluntad, en su bien, o de la manera que le parezca conveniente.”

De este fragmento testamentario se puede deducir que la mujer por su vestimenta era “de centro y de rebozo”. Las indígenas eran  “de anaco” y de “tupulli”; en tanto que las mestizas usaban esos faldones de costura ampulosa que les tapaba los tobillos. A la espalda estaban sobre blusas con sobrevuelos y bordadas en telas de seda, los codiciados rebozos y pañolones de seda, de un solo color, llenos de bordados y flecaduras, los que se han perdido en nuestro medio, pero que lucen hasta ahora las mujeres cholas en Bolivia. Los tejidos ´de merino´ se refiere a un tipo especial de lana y de tejido considerado “fino” y de alto precio. Esto va reforzado en cuanto a la ropa de doña Catalina, cuando hace constar “Declaro que en la más ropa que tengo, puede mi esposo realizar la suma de 50 pesos, cantidad que lego en favor del Hospital de San Juan de Dios  establecido en la ciudad de Ambato.” (O)

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