La vida es lucha

Columnistas, Opinión



Cada individuo tiene el poder y la capacidad de influir en el rumbo de su vida y determinar su futuro. Pero resulta inverosímil constatar cómo, ese afán de figuración, sin reconocer los límites obvios y los requerimientos sociales, supera la racionalidad de ejercer a plenitud el rol activo en la creación de su propia realidad. 

Séneca, creía que la vida estaba llena de desafíos y obstáculos, y que la lucha, era una parte inherente de la existencia humana. Y claro, en su lógica, la insinuación era aprender a enfrentar esos desafíos con fortaleza y determinación.

Hacerlo, era visto como una oportunidad para el crecimiento personal y el desarrollo de la resiliencia, si a la par, se cultivaban virtudes como sabiduría y autodisciplina. 

¿Cómo justificar entonces las insistencias en tomarse la foto o ser parte de ella, cuando la racionalidad y la prudencia, aconseja no hacerlo?  ¿Cómo explicar el cansancio y desilusión de algunas personas respecto de propuestas democráticas de cambio? 

Ensayar una respuesta única, sería vanidosamente imprudente. Sin embargo, pueden identificarse algunos escenarios para intentar comprender los hechos.

El descrédito de los partidos y de los políticos, siendo responsabilidad de sí mismos, genera en la población una sensación de incertidumbre e incredulidad, que no se cura con la proliferación de rostros –indiferenciados- ideológicamente hablando, cuyas ofertas van desde la sanación de todos los males, a la consecución de todos los tesoros en favor de los electores.

Las propuestas democráticas de renovación, generalmente enfrentan obstáculos y desafíos para su implementación. Pero, a diferencia de la insinuación del filósofo estoico-romano, el viejo cuento del gallo pelón, ya no se cree nadie.  Menos aún, cuando en un período tan corto de acción, se asegura que se producirán avances significativos o cambios tangibles.

Esas pretensiones, encaminadas a conquistar votos, generan frustración, agotamiento y desesperanza en los individuos que perseveraron por ver resultados rápidos y concretos; y, jamás se alcanzaron. Las personas, además, tienen una dificultad particular respecto de su memoria inmediata y mediata, de modo que lo preocupante es que esa condición, sea aprovechada políticamente para la manipulación, la adhesión y la movilización, ya que la diferencia, reside en el tiempo que se interpola entre el aprendizaje original y la retención.

Es importante recordar que la democracia es un proceso continuo y en constante evolución en el que, la política y la toma de decisiones, son acciones complejas y requieren tiempo, negociación y compromiso, si en efecto, se busca cumplir con lo que se promete. Realismo, en una sola palabra, porque están sujetas a influencias externas, intereses particulares y presiones de grupos, que pueden dificultar la implementación de planteamientos de innovación. 

La participación ciudadana y compromiso del colectivo social, son fundamentales para el impulso y logro del proceso; cuanto perseverancia y adaptación, para la construcción de una sociedad más justa y equitativa.

Pero a veces, pecamos de tener una “memoria frágil”, tanto que, muy poco o casi nada nos importa el recuerdo.

Volvemos a incurrir en el mismo error y terminamos por asignar culpabilidad al olvido.

Y esta condición humana, tan propia e inconsecuente, probablemente nos lleve a enfrentar -más de una vez- el autoritarismo y la intolerancia, la corrupción y la victimización, la inseguridad y la prepotencia.

Lo más grave <Dios no quiera> que tengamos que asumirlo como parte de la supervivencia resultante del error y la incapacidad de retener el aprendizaje negativo por largo tiempo, para evitar tropezar con la misma piedra. 

Pensar que todo lo dicho, se concreta o se evita apenas con una (X) marcada en un trozo de papel; y, que dé propia mano nos vendrá el progreso o la miseria, el desarrollo o el cataclismo, es una dualidad inserta en la filosofía de la lucha por la vida.

Artífices de nuestro propio destino, seremos al final. (O)

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