La otra pandemia

Las cifras son escalofriantes: miles de siniestros viales cada año dejan centenares de muertos y heridos en el país. El exceso de velocidad, la imprudencia y la distracción convierten a nuestras carreteras en un campo de riesgo.
Salir a las vías del Ecuador es como jugar a la ruleta rusa: nunca hay certeza de regresar con vida. Los accidentes de tránsito no son hechos aislados, sino un mal que debería estremecernos. De acuerdo con las cifras oficiales, en el primer trimestre de 2024 se registraron 6.261 siniestros, con 418 fallecidos y más de 3.000 heridos. En el mismo período de 2025, los casos bajaron a 6.034, pero con 383 muertes. Aunque hay una leve reducción, más de cuatro vidas se pierden cada día. Y, sin embargo, parece que nos hemos resignado a convivir con la tragedia.
Lo inquietante es que estos números ya no sorprenden. Mientras el accidente no toca a los nuestros, la noticia se consume con indiferencia. El transporte público, que debería ser seguro, aparece una y otra vez en titulares por choques y volcamientos. Las motos y los autos livianos tampoco se quedan atrás: las estadísticas crecen y las causas son conocidas.
Exceso de velocidad, alcohol, irrespeto a las señales de tránsito, uso indebido del celular, distracciones y fatiga. No hablamos de fallas mecánicas, sino mayoritariamente de conductores y peatones que eligen poner el peligro su integridad. Cada chofer que acelera para ganar pasajeros, cada motociclista que no lleva casco, cada conductor que escribe o lee mensajes mientras conduce y cada peatón que cruza sin mirar, forman parte de la misma cadena de irresponsabilidades.
Ante esto, la Asamblea Nacional, el pasado 3 de septiembre, trató en primer debate un informe para reformar el Código Orgánico Integral Penal. La propuesta incluye sanciones más duras, especialmente por usar el celular al volante. Hubo numerosas intervenciones: todos reconocen la gravedad del problema. Es un avance, pero no es suficiente. Preocupa saber que un problema de índole cultural pretenda resolverse solamente con el aumento multas.
La solución verdadera consiste en asumir compromisos. Cada peatón y conductor tienen responsabilidad sobre su vida y la vida de los demás. O comprendemos esto como sociedad, o esta otra pandemia seguirá cobrando víctimas diariamente. No podemos mirar hacia otro lado. El país merece carreteras seguras y ciudadanos responsables. (O)