La opción de ubicuidad / Guillermo Tapia N.

Columnistas, Opinión



En estos tiempos, estar actualizados, no es una opción, es un requerimiento que de manera constante e indispensable debe ser satisfecho por cada individuo y por la sociedad en su conjunto si, en efecto, quiere avanzar, proyectarse y progresar en todos los ámbitos. La política, consecuentemente, no escapa a esa realidad y mucho menos la militancia, adherentes y simpatizantes de movimientos y partidos. Más, en tratándose de las cercanías o las realizaciones de procesos electorales.  

En esas instancias, cualquier proyecto político; mucho más aquellos que se dicen o suponen populares, deben integrar o por lo menos intentar aglutinar a todos los sectores para concretar un acuerdo sobre el país que quieren o pretenden construir. De ahí que la unidad es fundamental, tanto como el camino a seguir porque implica coherencia y compromiso. Esto último, aplicable y generalizable a los sujetos y organizaciones políticas ya que, todos habremos de ir en la misma dirección.   

Las herramientas comunicacionales son parte de aquel requerimiento señalado y asumir lo novedoso y ajustar nuestros contenidos y propuestas a sus expresiones y mensajes, no hacen sino actualizar nuestro empeño y nuestra mente para acercarnos a los demás y recibir de ellos sus retroalimentaciones y respuestas. De ahí que es saludable mirar cómo nuevas formas de visibilizar los problemas y de mostrarse a los demás van cobrando aliento y color.  

Hace poco un amigo, reaccionando a un video “reenviado” me invitaba a responder sobre “…cuántos ecuatorianos salieron del país por no tener que comer” y, ante el requerimiento, casi automáticamente sostuve que muchas personas, conocidas o no, durante los dos momentos más reprochables de la historia nacional reciente (el feriado bancario y la década ganada).  

En efecto, solo es cuestión de ver las cifras de migración de los que se fueron (no precisamente a invertir sus fortunas) sino a buscarse la vida.    

Lo peor que podemos hacer los ecuatorianos ante estas evidencias, es cerrar los ojos para no mirar, porque eso solo se traduce en un egoísmo sin nombre. Pero también -así de grave- señalaba en mi respuesta, es pretender insistir o anular parte de la historia por conveniencia e intentar polarizar las opiniones entre bueno y malo según la orilla del río en que te encuentres.  

Creo que en el fondo de nuestro espíritu yace aún dormida la necesidad de cambiar para ser más justos y menos distantes, más comprometidos y menos ausentes, más solidarios y menos especuladores. Más auténticos.   

El sufrimiento tanto como la bonanza, el reconocimiento tanto como la indiferencia, deben ser parte de nuestro análisis diario y de vida. Entonces, sólo entonces seremos diferentes queridos amigos.   (O)

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