La Lección / Washigton Montaño

Columnistas, Opinión


Las alarmas se encendieron hace mucho tiempo, los medios de comunicación anunciaron que una invisible pero peligrosa enfermedad, se abatía sobre la China y que su propagación se preveía, por diferentes medios, a los países del mundo. Nadie hubiera creído que la contaminación del COVID-19, comenzara por los países del primer mundo y que ellos, al ser poseedores de la más avanzada ciencia médica y de los medios de alta tecnología, no pudieran vencer a tan mortal enemigo.

Aquel término de “La aldea global” de Marshall McLuhan, acuñado a inicios de los años setenta para describir el poder de las interconexiones humanas a escala mundial y adorado por los capitalistas. Hoy se acopla perfectamente, a la rapidez con el que este nefasto virus contamina la tierra. La falta de higiene, costumbres alimenticias de otros países; libre movilidad humana, libre comercio, desaparición de fronteras y pasaportes entre países del primer y tercer mundo, tiene como consecuencia, la vertiginosa contaminación.

Sin que medie motivo alguno, ni en la peor de las guerras; se ha visto que los seres humanos, en casi todo el mundo, se aíslen solos para protegerse de otros seres humanos que, al ser portadores de la peligrosa enfermedad, son vistos como enemigos, sin serlo. Qué paradoja viven las personas, ser culto, civilizado y educado, comienza por el saludo; y, acostumbrados como estábamos, a brindar el apretón de manos, el beso, el chócale pana, el abrazo cariñoso, tenemos que por nuestro propio bien, dejar de hacerlo.

La lección es dura, lo que estábamos haciendo con la madre tierra y sus seres indefensos, hoy nos dice basta. Debemos desaprender <Alvin Toffler, en su libro “La Tercera Ola” habla sobre los analfabetos del siglo veintiuno”> para revisar tus convicciones, hábitos y formas de hacer y modificarlas por unas nuevas. Se trata de un proceso de gestión del cambio, cuya principal resistencia es la dificultad de cada individuo en reinventarse y aprender. No se trata de borrar y olvidar lo aprendido, sino de no ser esclavo de ello. Desaprender, es la capacidad de repensarse uno mismo, no de tantos conocimientos que se tenga, sino de aquellos que toca borrar para dar espacio al nuevo conocimiento.

Por acá, la lección es más que difícil, dura, cuesta arriba, contra corriente; debido al bajo nivel educativo y deficiente práctica cotidiana de normas de higiene que tiene la población, sin determinar estratos sociales. Impartir disposiciones, destinadas a la protección a la población y evitar fatalidades, no son tomadas en la magnitud de las consecuencias que están ocurriendo. Un pueblo pobremente educado, no logra comprender ni asimilar el peligro al que está expuesto; esta evidente carencia intelectual, tiene como respuesta la desobediencia, la desfachatez, el insulto, la violencia, la burla, despecho y el quemimportismo por la vida.

Para que aprendan la lección, a más de las reglas, ordenanzas, decretos y normativas que se expiden, el Gobierno nacional y gobiernos seccionales, con respuesta tardía, debe imponer la autoridad a la fuerza para vencer, no a la enfermedad que ya está aquí, sino a la ignorancia, a la burla del poder instituido y representado por el Presidente, Gobernadores, Prefectos y Alcaldes. Esta falta de sentido común por cuidar lo más preciado que tienen los seres humanos como es la vida, debe ser un motivo más para revisar un sistema educativo que carece de la práctica de fortalezas espirituales, morales, sociales y cívicas. (O)

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