La impostergable necesidad de aprender / Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión

Mi lejana experiencia y mi cercana ansiedad, me llevan a reiterar en un par de ideas que, apropiada y circunstancialmente expresadas, nos muevan el piso e inviten a cerrar filas para desbrozar elucubraciones, sujetar cable a tierra y apurar propuestas o explicaciones, para salir del atolladero que significa la inmovilidad por elección, por herencia o por comportamiento consuetudinario.

Una primera opinión, va de la mano de aquella cita que -sin ambages- sostiene que «las escuelas se empeñan en formar gente para ayer, en lugar de para mañana» y claro, si retomamos los hechos educativos de los últimos quince o veinte años y paralelamente los confrontamos con el nivel de desempleo, por un lado y, por otro, con la recurrente demanda empresarial que enfatiza la carencia de técnicos preparados y en número suficiente para impulsar los desafíos y la demandas de la sociedad actual y futura; sin duda que la frase recurrida cobra vigencia y genera preocupación.

Lo inusual, entonces, acontece en otros territorios que, como Japón, ponen en marcha un “revolucionario” sistema educativo que descansa en la necesidad de formar a los niños como “Ciudadanos del mundo” de tal manera que, el proceso de enseñanza-aprendizaje privilegia el cambio conceptual. Las materias de relleno y las tareas pasan a un segundo plano, o mejor, se abandonan y se atienden solo cinco materias: Aritmética de negocios, Lectura, Civismo, Computación e Idiomas.

Suena a una locura. Es verdad. Pero el resultado esperado es tener “jóvenes de 18 años que hablen varios idiomas, conozcan varias culturas y alfabetos, sean expertos en uso de sus computadoras y celulares como herramientas de trabajo, lean 52 libros cada año, respeten la ley, la ecología y la convivencia, y manejen la aritmética de negocios y finanzas al dedillo.”

Nuestra pañalitis educativa nos sostiene aún en el lumbral de la expectativa y el desconocimiento, del chisme y la farándula, de los reportes y los archivos, de la sustitución por sustitución, de la candidez derivada o por conveniencia e injerencia polítiquera, empeñada en reemplazar “los rótulos” para romper los esquemas y someter las doctrinas, los valores y los ideales.

Sin ninguna duda, hay que cambiar. Las tendencias apuntan a la construcción colectiva de un proceso de enseñanza aprendizaje que catapulte al niño, al joven, al descubrimiento de un mundo con mayores posibilidades de progreso, oportunidad y crecimiento, en el que sus límites sean el infinito, la dedicación y la persistencia

Pero ojo. Si intentaríamos algo parecido a lo que hemos llegado a saber que hacen los japoneses u otros pueblos ávidos de progreso, cultura y superación, con seguridad aparecerían los apóstoles del nacionalismo inmovilista que, como la “Ley del cangrejo” (sin pretender ofender al crustáceo) interrumpan esa posibilidad de evolución y al que intenta mejorar, lo sujeten e impidan hacerlo, mientras enarbolan tesis superadas y proscritas que solo permanecen en sus minúsculas conciencias.

El mundo es mucho más amplio de lo que algunos se imaginan. La globalización y la pandemia nos han transportado a nuevos escenarios y desafíos. No podemos pretender escampar a cielo abierto. Estamos llamados a mojarnos con la lluvia generosa de las ideas y las propuestas, de los ejemplos y las innovaciones.

Basta de tanto papeleo, informe y gavetas. Necesitamos practicidad. 

Resta mucho por hacer.

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