La enfermedad, un caparazón / Klever Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión

La salud, estado natural del hombre, no sólo es ausencia de enfermedad, sino es el equilibrio físico, mental, espiritual y social, en donde la persona siente alegría y entusiasmo por vivir. Pero, en cualquier tiempo y, de cualquier modo, todo el mundo sufrimos, en tiempos de guerra, en tiempos de paz, de calamidades, de desastres naturales, en la vida cotidiana. No obstante, sin importar hasta donde lleguen las ondas obscuras del sufrimiento, éste es individual, propio e invisible, Muchas veces, la sensación de pérdida agobia hasta el punto de que aparentemente no importa nada, y su influencia en cada uno de nosotros, es distinta, depende de cómo nos dejemos incidir y si permitimos que nos destruya.

La última vez que alguien experimentó un miedo, culpabilidad, vergüenza, decepción, pesar, remordimiento, ira, desesperanza, aturdimiento, rencor y más, esa persona repitió una y otra vez ¿Por qué?, la mente no acepta el sufrimiento, ¿Por qué a mí? ¿Qué hice para merecerlo? Si Dios existe ¿Cómo puede permitir este sufrimiento tan terrible?

El sufrimiento es considerado parte de la vida y por tanto inevitable, el cuerpo físico está expuesto a hambre, violencia, accidentes, envejecimiento, muerte, etc. Parecería por tanto que es natural que debamos sufrir, opinión relativamente fatalista porque demuestra ser incurable. Otra respuesta es religiosa, que el sufrimiento es producto del pecado y de malas acciones, es decir que el sufrimiento viene de adentro y no de afuera, pero esta respuesta encierra optimismo ya que es posible la redención. Otra respuesta encierra un mensaje espiritual y el sufrimiento se prolonga hasta tanto ese mensaje sea oído y concebido, es decir que del sufrimiento puede brotar amor, y éste es el mensaje oculto al interior de todo sufrimiento, elimina lo interior o exterior, lo físico o lo mental, nos hace ver como espíritu puro, aunque experimentes la tragedia, ésta no te toca. El amor es lo que no puede perderse, es lo que cambia un pasado, hace desaparecer el miedo a perdonar, es lo que llena hablando en silencio. Rabindranath Tagore insistía que el amor no es un simple sentimiento, sino la verdad última que reside en el centro de la creación. El famoso dramaturgo inglés George Bernard Shaw lo evidencio diciendo: “Mantente limpio y transparente porque tú mismo eres la ventana por la que ves al mundo”.

Nuestras reacciones negativas tienden a ser fatalistas, de obsesión de un pasado frustrado (si hubiera…, era de…, etc.), de magnificar y encunetarnos en las dificultades, de creer que somos los que más sufrimos en el mundo. Sea cual fuere la respuesta ideal al sufrimiento, nuestra actitud frente a éste hará que se prolongue o se acorte, se estacione o se libere, dependerá de razonamientos para encerrarnos o no, de buscar los mecanismos de ayuda más efectivos y oportunos para cada uno de nosotros. Una multiplicidad de signos y síntomas de enfermedades complejas son el caparazón del dolor interno.

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