La economía en el radar / Luis Fernando Torres

Columnistas, Opinión

Tan importante como la seguridad es la economía ecuatoriana, en medio de la turbulencia provocada por la disolución del órgano legislativo. Desde el día que el Presidente detonó la muerte cruzada, para evitar que la Asamblea le destituyera, la economía perdió su pulso normal. Los agentes económicos se paralizaron ante la incertidumbre de un nuevo proceso electoral en agosto y, consecuentemente, las inversiones programadas se retrasaron. Nada de ello hubiera ocurrido si el Presidente era relevado constitucional y democráticamente en el juicio político. Con su precipitada decisión de disolver la Asamblea le infligió un grave daño a la economía.

La economía mundial se encuentra en serios problemas. Se espera que crezca en un 2%, esto es, un crecimiento tan modesto que no le permitirá recuperarse a la gente. Y ello ocurre dentro de un entorno con escaso apoyo al sector productivo. Los flujos de recursos se han orientado a la compra de bonos de deuda antes que a financiar la producción. Se han endeudado en exceso los gobiernos y el sector privado. El panorama económico internacional es desolador, por haber conducido a la gente a financiar la aventura de la deuda de los gobiernos, mediante la compra de bonos y títulos.

Tan escaso es el margen de maniobra del gobierno saliente que la Corte Constitucional le dio al Presidente el plazo de tres días para que justifique la urgencia económica del Decreto-Ley de reducción de impuestos. Ha hecho bien la CC en exigir tal justificación. El Decreto-Ley es una ilusión. La reducción de impuestos se aplicará para el ejercicio económico del 2024, de tal manera que los beneficios sólo se percibirán el año 2025, esto es, después de dos años, por tratarse de una reforma tributaria cuya vigencia rige desde el siguiente ejercicio económico al de aprobación de la reforma.

Lo paradójico es que el autor de haber eliminado las deducciones tributarias hace dos años, cuando asumió el poder después de haber prometido que no subiría los impuestos, ahora diga en el Decreto-Ley que devuelve los beneficios tributarios. Desplumó a las clases medias y a los profesionales haciéndoles pagar el doble de los impuestos a los ingresos. Al menos debió disculparse.

La grave situación económica del Ecuador tiene un responsable que, por ventura, dentro de tres meses, será un mal recuerdo presidencial. (O)

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