La desnudez de lo impropio

Columnistas, Opinión

Un país, acorralado por acciones inconsultas de personas, partidos, ambiciones, traiciones y delitos acumulados, difícilmente puede estar libre de culpa y dispuesto a superar el caos, sin un compromiso ciudadano amplio que, abandonando intereses personales, privilegie el del conjunto de la sociedad sin reservas.

Esta posición, con miras a generar una nueva etapa republicana comandada por una generación que, de partida, se proponga abandonar los vicios del pasado y obrar con apego a virtudes morales; empezando por conocerse a sí mismo -como sostenía Platón- de manera tal que, al tratar de la justicia, no sea de cara al exterior sino al interior; procurando en todas las actuaciones privilegiar la fortaleza, esto es, la capacidad para vencer dificultades, pero sin abandonar la prudencia, con templanza, caridad, esperanza, y sobre todo humanidad y valentía.

Es, sin duda, un llamado a comprender y entenderse, porque inmersos en un charco de lodo, embarrados hasta la médula, se torna indispensable repensar el país y hacerlo, sin otra intención que la de encontrar y concretar ese bien común del que tanto hablamos y anhelamos.

Sin pretender casarme con la inmediatez, pertinente es reconocer la magnitud de las medidas adoptadas desde la fiscalía general, en cumplimiento de las asignaciones y competencias constitucionales que, siendo propias, le habilitan para divisar casa adentro y desde allí, abrir la mirada a todos los sectores e instituciones para identificar indicios, ajustar investigaciones y reconocer acomodos, expresiones, acciones u omisiones que configuran potenciales hechos censurables y sancionables.

Más aún, reconocer a plenitud las voces que se erigen como salvadoras de la patria, mientras se camuflan en mezquinos intereses y banalidades, por las que sucumben en el primer intento.

La falacia, el fraude y el abuso, son mutaciones de aquellas virtudes morales transgredidas y abandonadas, que nos imponen asumir desafíos y cambios urgentes para aprovechar la más mínima condición para sobrevivir como sociedad: pero no son las únicas, de ahí que, consultar al pueblo, sea el camino idóneo para apuntalar a la nación y la opción más adecuada para alcanzar, no solo una opinión, sino un sendero por el que transitar.

Mientras tanto, los ecuatorianos debemos movemos con sigilo, balanceando el cuerpo, un paso detrás de otro, por sobre una cuerda floja que limita la ficción y la realidad; con el temor a la irracional violencia, chantaje, sicariato, vacuna, y ajuste de cuentas, que se posiciona territorialmente y altera el mapa político, por un lado; y, por otro, las decisiones contra natura que se adoptan pisoteando la normativa y la juridicidad para socavar el Estado de Derecho.

El narcoestado o narco economía, no es sino la radiografía de un Estado incapaz de gestionar adecuadamente la administración del país y el manejo de su territorio, minado por la corrupción y con elevados índices de politización partidaria en sus instituciones.

Por ello, la resolución adoptada por el Legislativo el pasado 18 de diciembre cuando, con 74 votos a favor, 46 en contra y 6 abstenciones, aprobó el respaldo y apoyo al accionar de la fiscal general del Estado, Diana Salazar, en el caso Metástasis, fue acogida como algo de lo más oportuno, realista y efectivo, en función de mover las fichas y reacomodar los intereses de un pacto que, a esa fecha, no había sino atendido un escollo de reparto de dignidades y comisiones, e invitaba a “suponer” un cambio de mirada y actitud; pero que, ante un impropio e inusual requerimiento judicial, la evidencia de la negativa resuelta tres días después sobre un enjuiciamiento legítimo, rompe con la esperanza y catapulta una vez más la desconfianza.

Los perros seguirán aullando a la luna.

¡Feliz y Blanca Navidad!

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