La AvenidaCorrupción

Columnistas, Opinión

Más de una mente ciudadana, preocupada por las cosas que a diario suceden, no dejaría de advertir, sorprenderse y cuestionar aquello que se difunde y comenta en relación con la corrupción, sus tentáculos, sus formas, sus implicaciones y, sobre todo, sus actores, víctimas y beneficiarios. 

Es que entender y explicarse el fenómeno de la corrupción implica no solo examinar una serie de factores interconectados que incluyen aspectos psicológicos, sociales, económicos, y políticos. Requiere una perspectiva multidimensional que considere cómo aquellos factores interactúan y se refuerzan mutuamente. 

Es un tema tan, pero tan recurrido, que -de a poco- se ha tornado en parte de una piel curtida por el sufrimiento, la vergüenza y muy probablemente la impavidez, sobre todo, en los últimos quince años.

Lo anterior no pretende significar, por cierto, que antes del período citado no se hubieren cometido desafueros y tenido en el país, referencias y constataciones, aunque aisladas y de exigua frecuencia, probablemente igual de preocupantes, pero sin duda menos graves e ignominiosas que aquellas que aún están hormigueando en nuestras pupilas.

Por eso, combatirla, es una urgencia y requiere de un enfoque coordinado que aborde tanto las causas subyacentes como las manifestaciones específicas del problema.

Esta figura literaria a la que acudo sugiere una ruta o un curso de acción donde las prácticas corruptas son la norma y donde se espera que individuos, empresas y políticos se involucren en comportamientos deshonestos para alcanzar sus objetivos. 

En ese “camino”, las decisiones se toman no basadas en méritos o principios éticos, sino en el intercambio de favores, sobornos, o en el abuso de poder para beneficio personal o de un grupo específico.

De suyo, la expresión “Avenida Corrupción” metafóricamente puede interpretarse como una línea de acción para describir un camino o una dirección en la que la corrupción se ha institucionalizado o se ha vuelto endémica dentro de una sociedad, organización o sistema. Vale decir, se trata de un recurso utilizado para ilustrar cómo la corrupción puede permear y afectar diversos aspectos de la vida pública y privada, conduciendo a consecuencias negativas tanto a nivel local como global.

Por ello, reflexionar sobre la “Avenida Corrupción” invita a considerar las implicaciones de permitir que estas prácticas continúen sin control, destacando la importancia de esfuerzos anticorrupción, transparencia, y responsabilidad para desviarse de este camino y promover una sociedad más justa y equitativa.

Las acciones emprendidas en nuestro país y por este gobierno son evidentes, tanto como algunas imprudencias judiciales e impertinencias legislativas que -lejos de abonar en favor de la causa nacional que nos convoca- intentan inundar el contorno para propiciar el paulatino hundimiento de la democracia, la opacidad de la transparencia, la desdolarización y el hartazgo en la justicia y la fe pública.

No es posible aupar posiciones incongruentes que categóricamente contradicen los esfuerzos nacionales de fuerzas armadas y policía nacional desplegados en su lucha contra el terrorismo, el narcoestado y la corrupción.

No es prudente que se pretendan introducir reformas y que se expidan normas camufladas o tapiñadas para reconsiderar sentencias y de esta manera favorecer a delincuentes legalmente sancionados, en sus afanes protervos de recuperar una libertad para causar daño y continuar quebrantando la ley a vista y paciencia de toda una sociedad. Por contrario, ésta, es la llamada a vigilar sus derechos y a no permitir desafueros, si sus representantes políticos se apartan de los mandatos. 

Coloquialmente se dice que el “camino al cielo está plagado de buenas intenciones”. Bajo ese concepto, no cometamos la equivocación de asfaltar con impunidades esta “Avenida”. (O)

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