John Illingworth Hunt (1786 – 1853) / Pedro Reino Garcés

Columnistas, Opinión

Me contaba que cumplidos los 15 años, “En 1804 se embarcó por primera vez como guardiamarina en el navío HMS Venerable, de 74 cañones” que naufragó, pero que él salvó su vida. Que Luego sirvió por dos años en el navío Saint George, de 98 cañones; y después paso a formar parte de la tripulación de la fragata Surveillante, de 38 cañones. Esto dentro del desarrollo de la llamada guerra de las cañoneras que su país libró con el Reino de Dinamarca y Noruega, siendo incluido este conflicto en el marco de las guerras napoleónicas. En 1811 fue ascendido a teniente primero y destinado a la fragata Cornelia, de 32 cañones. Después de haber pasado por Filipinas y China con su salud quebrantada se embarcó luego en el navío Blenheim, de 74 cañones, y que después estuvo en Francia y en España.

Ustedes no saben lo que es casarse con un hombre que  desayune hablando de cañones, almuerce  y coma disparos de cañones y vaya a la cama, alucinando sus cañones, a tener pesadillas y sueños en alta mar disparando sus cañones. Yo me casé con él en Guayaquil cuando todos le conocían como “Care plata”. Cara de Plata Illingworth le decían quienes se demoraban en referirse de modo más amable. Creo que yo no le puse mayor atención a la cara que había quedado desastillada un 12 de mayo de 1820, cuando tuvo un combate naval desigual con realistas chilenos, por defender a los peruanos. Una astilla que le había saltado a la mejilla izquierda del rostro, le había dejado una marca o cicatriz profunda que sería años más tarde cubierta o disimulada con una placa de metal, lo que le valdría el apodo de «Cara de Plata».

Me casé con él porque era inglés, militar de los libertadores y marino de las guerras de las cañoneras, que en la intimidad de nuestras noches me alucinaba  con los 316  cañones que había tenido a su cargo, dispuestos para que el mar desbaratara las banderas de los enemigos. A veces me asaltaba el susto cuando se enojaba y decía que no saben lo que puede pasar “cuando yo dispare mis cañones”. Para casarnos dijo que le registraran como Juan Illingrot y que había nacido en StockportReino de Gran Bretaña, un 10 de marzo de 1786; pero en el fondo siguió siendo el mismo John Illingworth Hunt, que se casó conmigoMercedes Décima Villa y Cosío, hija del comerciante español Vicente Décima Villa y de la dama Mercedes Cosío y Villamar. Creo que el matrimonio  fue por negocios entre piratas y realistas españoles que se convirtieron en padres de nuestra república de Guayaquil libertada por su fortaleza. Se vino a casar conmigo en 1823, después de la batalla de Pichincha.

Cuando vinieron nuestros hijos nacidos entre balaceras, traiciones, ambiciones, asesinatos y otros detalles que tienen que ver con la libertad, nos iba relatando episodios donde él mismo era el protagonista. De esto se han de acordar: Juana, Carolina, Juan, Carmen, Gertrudis y Vicente; y sus descendientes los Icaza o los Noboa. Cansado del mar decía que quiere la paz de mis haciendas, sobre todo de la  Chonana, a orillas del río Daule.

A mí me gustaba esos relatos de las peripecias y argucias que se había inventado para dejar Europa y venir a América. De eso hay para hacer un libro: En 1817 se le contrató para que viniera a Chile en viaje secreto para no ser reconocido por los españoles, para servir en la armada chilena. Arrendó una corbeta que luego será reconocida como Rosa de los Andes. Llegó bajo bandera inglesa. Con esta embarcación se puso a hostilizar a los realistas por varias partes del Pacífico. (fragmento).

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