Huertos y paseos dominicales / Dr. Fausto Palacios Gavilanes

Columnistas, Opinión

Huertos y paseos dominicales / Dr. Fausto Palacios Gavilanes

Es tierra de huertos y frutas. De huertos famosos y de frutas exquisitas.

Los árboles frutales estaban diseminado en los patios, solares y jardines de la ciudad y en los huertos, propiamente tales, de Miraflores, Ficoa, Pinllo, Atocha, Chizalata, Catiglata, Pishilata, Izamba, la Vicentina y Huachi. En ellos se producían: durazno, melocotón, ciruela, manzana, pera, mirabel, albaricoque, fresa (frutilla), nuez, guayaba, membrillo, capulí (cereza americana), tomate de árbol, higo, mora, babaco, chamburo, taxo, granadilla y uva; y en otras zonas de la provincia de Tungurahua, cuya capital es Ambato, centro principal de mercadeo, las frutas siguientes: aguacate, mandarina, naranja, chirimoya, piña, guineo y naranjilla.

En la época de producción de fruta (noviembre a marzo), los habitantes de la cuidad solían visitar los huertos para comprar la fruta “in situ”  a los productores. Inclusive, existía la costumbre por parte de algunas familias, de arrendar uno o más árboles, preferentemente de capulíes, para proveerse de fruta durante toda la temporada. La familia gozaba a plenitud cuando iba al campo, domingo a domingo, a cosechar los frutos de “su árbol de capulí”.

El día domingo era en Ambato muy especial. Las gentes tenían la oportunidad de cambiar el ambiente urbano por la campiña, donde se recreaban con el paisaje, respiraban aire puro y habrían de saborear la fruta exquisita y aromática. Por otra parte, el intercambio humano entre personas citadinas y campesinas, mediante la práctica del diálogo y la amistad, robustecían los lazos de fraternidad, hospitalidad y solidaridad, que son importantes características del ambateño.

Los jóvenes: muchachos y muchachas, se apartaban del grupo familiar y concurrían, por su cuenta, a determinados lugares típicos de esparcimiento situados dentro de la zona de influencia frutícola, a disfrutar de variadas distracciones, tales como: degustar la sabrosa comida criolla; bailar al son de la música de moda, la cual era interpretada por pequeños conjuntos orquestales, el arpista o la vitrola; y jugar a las cartas: póker, veintiuno y cuarenta; o al juego nacional denominado sapo. En esos lugares se expendían bebidas alcohólicas: cerveza, licores y cocteles de elaboración casera.

Entre bailes y juegos y comelonas y bebelonas los jóvenes disfrutaban del día domingo, y al caer la noche, muchos de ellos al regresar a la ciudad continuaban la juerga en casa de algún anfitrión entusiasmado.(O)

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