Hoy y mañana / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión


Llega el fin de año. Si la celebración no ha sido un diluvio de copas, el hombre se toma analítico sobre sus aciertos y tropiezos. Caso contrario, todo termina en farra descomunal con pérdida completa de conciencia. En situaciones muy críticas, el desenlace es inesperado. La guadaña misericordiosa revisa su lista de elegidos y ejerce su función en la mitad de un profundo sueño alcoholizado. Los “afortunados” no comprenden cómo ni por qué se encuentran vendiendo plumas de ganso a los ángeles.

Comienza el nuevo año. El hombre intenta excursiones filosóficas. Cuando agotamos las ínfulas nos damos cuenta que no somos otra cosa que criaturas terrestres. Somos exageradamente partidarios de aplicar conceptos sobre dirección, tiempo, espacio, energía, en circunstancias en las cuales aquellas definiciones pueden ser extrañas. Mentalmente somos seres concentrados en medidas, estaturas, longitudes, pesos, salarios. Necesariamente, nuestro plano de existencia utiliza tales conceptos.

Sin embargo, hay un plano mayor sobre el cual estas observaciones no tienen validez: lo efímero de la vida.

Es posible que haya seres humanos que prometan ser mejores en el nuevo año. Pero, ¿mejores en qué? Las actividades son las mismas, las necesidades mayores. El camino está sembrado de problemas diseñados por fuerzas concupiscentes. Fuerzas repelidas por el fuero interno de los marchantes comunes.

Quizás hay tópicos que si varían, los sueños. Aunque soñar no cuesta nada, hay sueños en los que si le ponemos entereza, amor al trabajo, consideración al prójimo; a lo mejor, después de doce meses, el otro año sea algo superior. Mientras el alma está en el cuerpo, lugar tiene la esperanza.

El mundo globalizado es un escenario blanco y negro. Solo los seres humanos tenemos la capacidad de intuir metas e intentar conseguirlas. Solamente el hombre posee la calidad de comunicar inspiración y ser inspirado. Solo el hombre conoce el significado y el poder de la conciencia. Solo el hombre puede complementar su propia naturaleza y la naturaleza del universo; concebir una naturaleza más alta que cualquiera de las dos. Sin embargo de tantas facultades, hemos sido incapaces, como especie, de salir adelante con nosotros mismo.

En medio del esplendor posible de una existencia ordenada somos indigentes encadenados a un mundo es caos.

Pese a todo, si no podemos transformar el orden establecido, sí podemos varias nuestro mundo íntimo, personal. Es la gran oportunidad de demostrar que somos seres potencialmente inteligentes…

Feliz Año! (O)

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