¡He ahí el dilema! / Guillermo Tapia N

Columnistas, Opinión

«Muchos padres ven a sus hijos cómo quieren que sean y no como son».

Se trata de una frase aparentemente inofensiva, pero que conlleva una afirmación de profundidad y conduce a la necesidad de realizar un detenido y pormenorizado análisis para poder desentrañar una verdad o arribar a una conclusión.

Intentando una analogía, a escasos cincuenta días o menos de las elecciones generales de autoridades, cada analista político, cada candidato y cada ciudadano, tienen un particular punto de vista y -guiados por las encuestas- ven los probables resultados, como cada uno de ellos quiere y no precisamente como en realidad son.

La divergencia es legitima, independientemente de lo concreto del tema y no obstante una primaria coincidencia respecto de una sutil polarización de simpatías de entre los binomios ratificados y pendientes de calificación, según la cual, apenas tres de todos ellos, acaparan -junto a indecisos, nulos y blancos-  el noventa y cinco por ciento del total electoral, particular que de por si nos revela o nos hace presumir que: trece o catorce, son  «candidatos chimbadores» o como yo les llamo, «cazadores del diploma».

Son los que individual o conjuntamente no superan ese cinco por ciento que les asigna la temporal estadística electoral.

Si una de las encuestas (con mayor credibilidad según opinan los entendidos) sostiene que el 42% del total de votantes no han decidido aún por quien hacerlo, queda sobre entendido que el  58%  (incluidos nulos y blancos) ya saben qué van a votar y por quién lo van a hacer.

Entonces, la gran interrogante y simultáneamente el «grupo objetivo» a conquistar es ese supuesto cuarenta y dos por cien de sujetos que se mantienen obnubilados,  que están apantallados, saturados, indecisos, desanimados, incrédulos, desilusionados, apáticos o desentendidos. Es decir, abandonados a propia suerte.

Entre ellos, se cuentan incluso los que sostienen que -muy a su pesar- terminarán votando por alguien en particular, aunque no sea de su agrado ni de su tendencia o postura política, (pretendiendo con esto dar a entender que sufragarán por quien ellos suponen que ganará), anteponiendo de esta forma, su conveniencia a su pertenencia y a su convicción.

Sujetos peligrosos estos últimos, porque con su aparente y final decisión anunciada, buscan exactamente lo contrario. Generar mas incertidumbre y desasosiego en los sujetos no definidos e intranquilidad en los que ya lo han hecho. Vale decir, apurando un sabor amargo de boca en quienes no piensan como ellos.

A mis ojos, son los típicos buscadores del caos, porque ese es el elemento natural de su convivencia y el medio de contraste y concreción de sus apetencias. Bueno, en realidad no solo ellos, otros dos órganos del poder público activados en función de la época, también se muestran de cuerpo entero y generan sólo incertidumbre y desasosiego.

Cómo puede verse las historias se repiten frecuentemente en este escenario democrático electoral en cuarentena en el que las pitonisas surgen de entre el mas común de los mortales y sus lecturas se irradian en las redes sociales como mensajes fatuos, falsos e inventivas.

¿A quién hacen el juego? cabe preguntarse. Pues, a todos. Simple son los artífices del desastre pero también los beneficiarios primarios de la equivocación. Son de aquellos que siempre caen parados. Los que se acomodan y están bien en todos los gobiernos. Son, de los que ahora despotrican en contra de quienes alguna vez adularon o por lo menos toleraron, siguieron o impulsaron. Los que nunca se equivocan. Los únicos que tienen acceso -según ellos- a información privilegiada y por cierto, a la verdad, a todas las encuestas, a los datos y hasta a los chismes.

¡Sí que son patéticos!.

Más, lo que por hoy importa no son ellos y sus travesuras, sino  las formas de acceso a la ciudadanía por parte de los sujetos políticos, aunque oficialmente no ha empezado la campaña. Formas alternativas, de gran imaginación, de ruptura de esquemas, de praxis con bioseguridad, de accesos restringidos y con distanciamiento, de metodologías digitales, sesiones virtuales y transmisiones en zoom, youtube, faceboock, instagram, twiter, etc., etc.

Una que otra caravana motorizada, como constancia de avanzada de banderas desplegadas al viento y gritos en parlantes y alta voces. Discursos pre grabados y otros con público restringido. Videos, memes, afiches, mascarillas, camisetas y otras suigéneris propuestas de propaganda.

Todo vale, es verdad, aunque la gente espera escuchar propuestas, compromisos y mensajes claros sobre seguridad jurídica, proyectos viables de cambio, certezas de empleo, seguridad ciudadana, salud, educación y acciones concretas en contra de la mayor de las pandemias, la de la corrupción, que campea y se pavonea inmisericordemente en el territorio nacional.

Aunque parezca llover sobre mojado, ese fanatismo conceptual de quienes afirman que sufragarán de una manera (que no corresponde a sus sentimientos) por la presión social, no es más que una mentira repetida mil veces para justificar y ocultar su verdadera responsabilidad en caso de que suceda la hecatombe de la reiteración del mal de hace más de una década.

En el fondo es una forma velada de disfrazar verdaderas intenciones y afectos. Darles crédito sería engañarnos y, el País ya no está para esos planes y menos para esos trotes. No solo hay que manejarse con seriedad, sino qué hay que ganar con seriedad y con verdad.

En un abanico de candidatos nacionales y provinciales, que incluye chimbadores, figurettis, como también aquellos otros que intentan ser un aporte y en realidad se sacrifican con honor y responsabilidad por el país, el voto útil y el pedido a los indecisos para que cambien su estado de expectación y resuelvan positivamente su participación electoral, se justifica única y exclusivamente en la disyuntiva de “O NOS UNIMOS O NOS LIQUIDAMOS”.

¡He ahí el dilema!. (O)

Deja una respuesta