Hablemos del amor y del enamoramiento / Ing. Patricio Chambers M.

Columnistas, Opinión



Estamos por celebrar el Día de San Valentín y en medio de la vorágine de la fecha, caracterizada en su mayoría por cierta superficialidad en un tema importante, quizás resulten oportunas algunas reflexiones al respecto.

En la Grecia clásica el amor era representado por la diosa Afrodita, que luego pasaría a Roma bajo la figura de la diosa Venus. Un aspecto importante es que en aquel entonces perece que había mayor claridad para distinguir los diferentes tipos de amor, pues no es lo mismo el amor carnal bañado de deseos, que por ejemplo el amor a Dios y a lo sagrado. De igual manera, no es lo mismo el amor al dinero o al trabajo, que el amor filial; son cosas y niveles distintos. 

Por tal motivo en su lenguaje existían diversas expresiones para referirse a uno u otro tipo de amor. Es así como el filósofo griego Platón y posteriormente los neoplatónicos hablaron de Afrodita Urania como ese amor celestial de cuerpo y el alma, mientras que Afrodita Pandemos que representaba el mero amor físico.

En su diálogo “El Banquete” este filósofo desarrolla con gran profundidad el tema. Más tarde, el poeta romano Ovidio presentará sus tres libros o cantos sobre “El arte de amar”, en los que brinda una serie de consejos sobre las relaciones amorosas.

Modernamente uno de los pocos autores que ha tratado en profundidad el enamoramiento ha sido el español Ortega y Gasset. En su obra “Estudios sobre el amor”, afirma entre otras cosas que el enamoramiento se caracteriza por contener a la vez dos ingredientes: el encantamiento y la entrega. 

Insiste en que en ello siempre hay algo mágico, como la misma palabra encanto encierra; por lo cual no es un simple deseo.  En el deseo, el alma tira de lo deseado hacia sí misma, pues quien desea tiende a absorber el objeto, en cambio en el encantamiento somos nosotros los absorbidos. Ese encanto, lo sentimos como un suave y continuo tirón que lo otro da a nuestra persona.

Nos dirá también que amar no es sólo un poderoso sentimiento, sino un acto de voluntad, pues amor y voluntad deben estar de acuerdo, y por ello «quiero a quien quiero porque quiero quererle», siendo indispensable separar claramente el amor del deseo. 

Regresando a la mitología griega, se cuenta que hace muchísimos miles de años, cuando fue gestado el universo, comenzaron a dividirse las almas de los seres humanos, hasta llegar a las miles y miles de almas que hoy habitan sobre la Tierra. 

Dichas almas divididas sentían como si hubiesen perdido algo, como si a cada una le faltase su mitad. De ahí la idea de almas gemelas, al igual que del amor como esa necesidad que sentimos todos los seres humanos de encontrar aquello que una vez formó parte de nosotros, pero que ahora nos falta.

Por ello el amor es ni más ni menos, la búsqueda de la unidad perdida.

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