Grandeza de Alejandro el Grande / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión



Cuando Alejandro El Grande sintió que su hora final había llegado, convocó a sus generales y les comunicó sus tres últimos deseos.

  1. Que su ataúd fuese llevado en hombros por los mejores médicos de la época.
  • Que los tesoros que había conquistado, incluidos plata, oro, piedras preciosas, fueran esparcidos por el camino hasta llegar a su tumba.
  •  Que sus manos quedarán fuera del ataúd, balanceándose en el aire y a la vista de todos.

Uno de los generales, asombrado por tan insólitos deseos, preguntó a Alejandro cuáles eran sus razones.

 Alejandro explicó:

  1.  Quiero que los médicos más eminentes carguen mi ataúd para así demostrar que ellos “no” tienen, ante la muerte el poder de curar.
  • Quiero que el suelo sea cubierto con mis tesoros para que todos puedan ver que los bienes materiales aquí conquistados, permanecen aquí. 
  • Quiero que mis manos se balanceen en el viento para que las personas puedan ver que vinimos con las manos vacías, y con las manos vacías partimos cuando se nos termina el tesoro más valioso que es “el tiempo”.

Cuando dedicamos tiempo a una persona, le entregamos una porción de nuestra vida que nunca podremos recuperar. Nuestro tiempo es nuestra vida. Por consiguiente, el “mejor regalo” que se puede y se debe dar a la familia o a un buen amigo es nuestro tiempo.

Alejandro El Grande fue conquistador griego y rey de Macedonia. Conquistó todo el mundo conocido hasta el día de su muerte, a la edad de 32 años. Sin embargo, su magnificencia radica en reconocer la realidad limitada del hombre, de los marchantes comunes así como de los poderosos… del paso efímero por estos pagos terrenales. (O)

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