Galápagos, un tesoro natural en lucha contra los microplásticos

Interculturalidad
Los expertos identificaron «siete especies de peces de consumo humano con microplásticos en su tracto digestivo», comentó a Efe Jenifer Suárez, de la dirección de Ecosistemas del Parque Nacional Galápagos. (Foto idea.org)

Santa Cruz (Galápagos), (EFE).- Galápagos, un tesoro natural, patrimonio de la humanidad y una de la zonas de más alta biodiversidad del planeta, lucha contra diminutos y peligrosos invasores: los microplásticos, partículas casi imperceptible al ojo humano que llegaron para quedarse, ante la dificultad de sacarlos.

A primera vista, la playa de Tortuga Bay, en la isla Santa Cruz, regala al visitante una de las más paradisíacas postales capaces de inspirar cuentos encantados: arena blanca y suave como la harina, bañada por aguas del Océano Pacífico, que danzan en pequeñas olas para acariciar la playa con una suave estela de espuma blanca.

Pero entre esa blanquecina arena se esconden minúsculas partículas de plásticos llegadas de tierras muy lejanas, que invaden zonas del archipiélago, declarado en 1978 como el Patrimonio Natural de la Humanidad, por la Unesco.

«Es una sorpresa total que, en el lugar que quizá es el más protegido del mundo, con una población que ocupa solo el 0,2 % de la zona terrestre y marítima protegida de los Galápagos, sea suficiente tamizar la arena de playa para encontrar un montón de microplástico que, obviamente, no vienen de las Galápagos».

Así reaccionó el embajador de la Unión Europea, Charles-Michel Geurts, tras depurar un poco de arena en la playa, acompañado por diplomáticos europeos, que participaron el viernes en Galápagos en la jornada de limpieza «EU Beach Cleanup».

Se trata de una campaña organizada anualmente por la Unión Europea para llamar a la adopción de medidas dirigidas para proteger los océanos a escala internacional.

Ni un minuto le tomó al diplomático constatar la triste realidad: al mover un tamizador sobre el que ponía puñados de arena, quedaron sobre la malla partículas de cinco milímetros o menos de cuerdas, pedazos de botellas, fibras de equipos de pesca…

Son pequeños «enemigos que hacen un daño gigante», que llegan incluso a los hogares pues entran en la cadena alimenticia de la fauna marítima, que luego ingieren los humanos, dijo a Efe. (I)

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