Fiesta de Pentecostés / P. Hugo Cisneros

Columnistas, Opinión



Valor y significado de la fiesta

Hay una verdad que no podemos eludir: todos los días son del Señor y están dedicados a su recuerdo y a su culto, pero psicológica-mente hay un día que queremos dedicarlo de manera especial, porque es una oportunidad para reflexionar, para orar y alabarlo de una manera especial; por ello nuestra Iglesia quiere celebrar la riqueza de nuestro Dios que se manifiesta realmente en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo. Abrámonos a Dios, celebremos su misterio y acojamos, en este día significativo, su mensaje salvador.

Dios nos invita a aceptar y conocer su misterio

Es cosa necesaria e importante que el creyente acepte a Dios como misterio. Muchos creen que alguien o algo es misterio porque es incomprensible. No es necesario que aceptemos que Dios es misterio por su inmensidad y por su riqueza. Es tan grande, es inmenso nuestro Dios y abunda de riquezas en su ser que no lo podemos abarcar y alcanzar. Por ello nuestra limitación de hombres es la prueba más clara del misterio. Así como sucede con el balde a las orillas del mar el mar es misterioso porque es rico, inmenso y porque el balde no lo puede abarcar y encerrar en sus pequeños límites.

Pero hay otra realidad y es que el misterio de Dios es para conocerlo y acercarnos a El. Claro que no vamos a hacerlo por la vía de la mente, de las ideas, de las ideologías, sino por el camino del conocer, que bíblicamente es el camino de la experiencia, de la vida. Por ello tenemos derecho a adentramos en el misterio de Dios para irlo conociendo hasta llegar a la plenitud. como dice Pablo, de contemplar a Dios cara a cara, que es la aspiración más grande de todo hombre.

El mundo y el hombre han matado a Dios

Contemplando el comportamiento del hombre llegamos a constatar en estos días una realidad: que Dios no tiene nada que ver con el hombre, que Dios ha muerto y que si aún respira es el hombre mismo quien le ha dado el golpe de gracia. Hemos llegado a finales de este siglo y el hombre vuelve por sus instintos, y hoy no sólo afirma que Dios ha muerto, sino que dice: «Si hay algo de Dios en el mundo y en la vida del hombre nosotros lo hemos matado».

¿Por qué la violencia, el odio, el hambre, los vicios, la inseguridad, las infidelidades en los hogares? ¿Por qué los jóvenes deambulando por las calles sin ruta, sin objetivos, sumidos en la droga y el alcohol? Simplemente porque Dios ha muerto y si algo quedó de El nosotros lo hemos matado.

Qué pena constatar que cuando hemos matado a Dios, lo único que hemos obtenido es matar al hombre. Dios y el hombre no pueden existir el uno sin el otro. Pues cada uno es razón del otro. Dios existe en función del hombre y él hombre vive solamente porque tiene su razón de ser eterno en Dios. (O)

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