¡Feliz día! / Klever Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión

Como un justo homenaje a la fecha de nacimiento, 21 de febrero del 1747, del eximio científico, periodista, jurisconsulto, Eugenio de Santa Cruz y Espejo, primer galeno del Ecuador, se instituyó para honrar a ese ser que no sólo estudia para aprender, enseñar o “ser alguien en la vida” sino tiene la dicha de estudiar sacrificada y perseverantemente para cultivar el inestimable e impagable arte de curar o dar bienestar a sus semejantes.

Decía un paciente que tiene un familiar médico: “Quizás no sea necesario tener el talento del escritor, pero quiero tratar de escribir unas oraciones con el riesgo de ser incomprendido, que pueda parecer egoísta o indiferente social hacia otros seres humanos: es que siento la necesidad de dar las gracias a la dedicación abnegada de quienes hacen que ser médicos sea la profesión más noble. Me refiero a aquellos, pocos lógicamente, que se arman de estrategias para pensar mejor y alejarse de la irracionalidad materialista que tanto daño hace a la humanidad, aquellos que su riqueza humana es siempre superior a la de su cuenta bancaria. No a quienes a causa de esta profesión sólo piensan en llegar a ser muy ricos. Hablo de quienes tienen esa bendición de estar más cerca de Dios y ser un instrumento de Él para dar salud a la humanidad. De quienes no son dictatoriales, ni arrogantes ni engreídos. De quienes ponen el conocimiento a servicio del que necesita y no al de sus vanidades y de la explotación al prójimo. De esos seres que inspirados y llenos de ingenio dan alguna expectativa ante un diagnóstico obscuro en vez de amputar la esperanza y con actitudes dictatoriales condenarnos con un «usted tiene una enfermedad incurable» que jamás será lo mismo a decir «Su enfermedad hasta hoy no se conoce la causa que la provoca». Me dirijo a quienes tienen por bien sabido que medicina es la ciencia de la probabilidad y la incertidumbre, y que entonces, con hábil estrategia, no castigan a nuestra mente que expectante espera sus opiniones y criterios, pues dicen que nada es ley en medicina, por tanto, un sombrío diagnóstico de mal pronóstico imprudentemente expresado sólo ayudará a destruirnos más. Siempre habrá incertidumbre: el equilibrista de altura Karl Wallenda dijo una vez: «La vida es estar en una cuerda floja; el resto es simplemente esperar». Una de las cosas más valientes que hacen los médicos es compartir esa cuerda floja con nosotros, sus pacientes, a sabiendas que no pueden estar tan seguros de un buen resultado, pero que están usando todo su conocimiento y habilidad para obtener un buen resultado… Ah, me olvidaba, por cierto, si queremos buenos médicos y por tanto buena atención en hospitales habrá que destruir esta cadena maligna, retrograda, primitiva y revanchista de maltrato al estudiante, residente o postgradista. Estupidez heredada de generación en generación. Por qué no se dedican a enseñarles medicina en vez de estar ridiculizándoles, humillándoles y abochornándoles delante de los pacientes, ellos llegaron allí para aprender y no para avasallarles ni mofárselos.”

Lao Tzé decía: «El hombre sabio está lleno de rectitud, pero no desmenuza ni talla a los demás. Es justo, pero no amonesta a los demás. Es recto, pero no endereza a los demás. Es esclarecido, pero no ofende con su brillo.» (O)

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