Experiencias del viejo profesor / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión

La ultimas clases de mi viejo profesor tuvieron lugar en su casa, una vez por semana, cerca de la ventana del estudio, desde donde podía contemplar el deshoje de un Álamo en el marcado otoño del norte.

La materia, El Significado de la Vida. Su enseñanza fundamentada en sus experiencias personales.

No había calificaciones, pero si exámenes orales cada semana. Uno estaba supuesto a responder preguntas, y supuesto a crear mis propios cuestionamientos. También era requisito realizar esporádicos mandados caseros: acomodar la cabeza del profesor en el sitio más descansado de la almohada, o ubicar los lentes sobre su nariz. Despedirse con un abrazo significada puntos extras.

Aunque el curso cubre muchos tópicos, incluidos el amor, trabajo, comunidad, familia, envejecimiento, perdón y, finalmente, la muerte; no era requisito llevar libros. La última disertación fue breve, solamente unas pocas palabras

Su funeral constituyo la ceremonia de graduación.

Aunque no hubo examen final, se esperaba que yo produjera un largo documento sobre todo lo aprendido.

Después de tantos años, miro retrospectivamente a la persona que fui antes de redescubrir a mi viejo profesor.

Hoy quisiera volver a conversar con él. Quisiera sugerirle que buscar en la vida. Que errores evitar. Quisiera decirle ser más abierto. ignorar el anzuelo de los valores muy publicitados; atender cuando nuestros seres queridos hablan, como si fuera la última oportunidad de escucharlos.

Demasiado sé que es tarea imposible. Ninguno de nosotros puede deshacer lo que hemos hecho, o volver a vivir una vida que ya es historia. Pero si mi viejo profesor me enserio algo es esto: no hay nada que pueda catalogarse como «demasiado tarde». El siguió cambiando hasta el día de su adiós final.

El profesor murió el día de San Valentín, detalle poco notorio porque el hombre era judío. Desconozco si creía en un Hacedor Celestial o en la vida eterna después de la muerte. Sin embargo, me ofreció retomar una madrugada y jalarme de los pies en caso de que hubiese tropezado con alguna Verdad Suprema en el más allá….

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