Ética para el medioambiente / Ing. Patricio Chambers M.

Columnistas, Opinión

La palabra ética proviene del griego “ethos” cuyo significado es costumbres y se refiere a la ciencia de las costumbres aplicada a una realidad cultural específica. Este mismo significado lo encontramos en la palabra moral, cuyo origen lo encontramos en el término “mores” que también se refiere a costumbres.

En general a la ética se la relaciona con valores y principios, en tanto que la moral en la aplicación en la vida diaria de dichos elementos superiores. De ahí que la ética debe estar presente en todos los ámbitos del quehacer humano.

De ahí que cobre sentido hablar de una ética ambiental o ética del ambiente, la cual considera las relaciones más adecuadas entre los seres humanos y el medio ambiente.

Esta realidad nos lleva necesariamente a una reflexión sobre los fundamentos de los deberes y responsabilidades del ser humano con la naturaleza y la vida que se expresa en la multitud de seres a los que denominamos vivos y también a los que llamamos inertes, aunque en realidad todo en la naturaleza participa de la vida.

De tal manera que una ética ecológica es una ética global, que concibe al ser humano como integrado en un espacio en el que comparte su existencia con las otras formas que asume la vida en nuestro planeta.

La ética aplicada al medio ambiente implica la existencia y cumplimiento de normas que consideren tal realidad, así como la difusión de valores que lleven a concientizar a las personas sobre la gran responsabilidad que tenemos frente a nuestro entorno y con las generaciones futuras.

Precisamente la falta de cumplimiento de estos valores y principios nos ha llevado a una crisis ecológica de enorme dimensión, ante lo cual debemos actuar de manera urgente.

Dichas acciones deben orientarse no únicamente al cuidado del ambiente sino llegar mucho más allá pues hace falta modificar nuestros modos de vida en medio de una sociedad de consumo que nos lleva a la idea absurda de utilizar cotidianamente cosas hechas para “un solo uso”.

A más de legislaciones más estrictas hace falta que cada ciudadano se comprometa no únicamente a cumplir con la ley sino hacer de ello precisamente un modo de vida, actuando en asuntos muy simples pero que en suma toman gran connotación, como por ejemplo aprender a reciclar, evitar echar basura en la calle, en las quebradas o en los cuerpos de agua etc.

Un aspecto fundamental es la educación de las actuales y nuevas generaciones en términos de una ética ambiental, pues más allá de ese cuidado está el cuidar la naturaleza del propio ser humano quien habrá de trabajar en mantener puros sus espacios internos como los buenos sentimientos y la claridad de pensamiento que lo lleven a acciones debidas.

De ahí que el gran filósofo Jorge A. Livraga dirá que “es indispensable que el ser humano vuelva a sentirse parte de la naturaleza, ni su dueño ni su esclavo sino parte de ella.” (O)

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