Esperanza duradera / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión

No hay falacia más grande, política o filosófica, que la noción de que la libertad no es realmente una ideología. La ideología de la libertad tiene los cimientos más profundos que otros postulados. Está integrada con la naturaleza del hombre. Existe en la estructura molecular de los derechos naturales del hombre.

¿Cuál es esta ideología?

Está basada en la proposición de que el gobierno existe con el propósito de realzar y proteger los derechos naturales y fundamentales de los seres humanos. Derechos que no han tenido que ser creados o inventados. Ellos existen, son naturales, esenciales, irrevocables. Llegan con el don de la vida. La sociedad positiva puede reconocer estos derechos, pero no puede inventarlos. No puede alterarlos, no puede expugnarlos. Su obligación es crear las condiciones bajo las cuales puedan crecer y permanecer seguros.

En el lugar cimero de estos derechos naturales está el derecho natural del hombre de poseerse a sí mismo. No puede ser poseído por una nación, por un grupo, o por otro hombre. Él es propietario del derecho a la justicia, sin importar si su reclamo es contra una persona, un de esta cacería. Bajo estos y varios otros aspectos la sociedad no es simplemente una nación. Es una idea. Es la soberanía nacional comprometida con la causa de la soberanía humana. Busca crear un ambiente apropiado para esperanzas más duraderas del hombre. Es un instrumento a través del cual el hombre puede trabajar por una vida más completa, ya sea en términos de sus necesidades físicas o de su alcance creativo y espiritual.

Nuestra sociedad no ha logrado satisfacer todos estos propósitos. Nadie sabe cuan cerca o cuán lejos estamos de dichas metas. Sin embargo, la dirección es clara y los esfuerzos deben continuar. Las inmensas pruebas de la historia humana como los grandes ideales van juntos. (O)

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