Esclavitud moderna / Mario Fernando BaronA

Columnistas, Opinión

Las sociedades modernas y ‘civilizadas’ hemos superado la denigrante e inhumana era de la esclavitud. Ahora ya no se compran y venden esclavos en las plazas. Ya no se revisa la dentadura de nadie para poder negociarlo como mercancía. Ya no se ignoran los derechos humanos de una persona por su raza o condición social. Esos tiempos ventajosamente quedaron atrás y todos respiramos libertad. ¿Seguro? No vayamos tan rápido.

La historia da cuenta de varios tipos de esclavitud en el mundo. Y sí, aquel probablemente ya no sea muy evidente al día de hoy en nuestro medio, pero sepa usted que aún existe y no se ha ido del todo. No obstante, han nacido muchos otros tipos de esclavitud moderna: comer en exceso, la ludopatía, una relación tóxica, etc. que pueden ser inconscientes, obligadas e incluso voluntarias.

Antes, ser esclavo significaba trabajar, por lo que la burocracia que emergió hace muchos siglos atrás cuando los aristócratas y hombres libres consideraban una bajeza trabajar para otro, llegando incluso a negarse a ser funcionarios del emperador, facilitaron con su actitud el nacimiento de una burocracia erigida con esclavos, lo que a la postre acabaría convirtiéndose en un nuevo tipo de esclavitud moderna, la del trabajo. Como contrapartida, la burocracia también esclaviza al ciudadano común que producto de su ineficiencia, rigidez y formalidades superfluas se ve forzado a someterse a los caprichos burocráticos de un sistema en su mayoría corrupto.

Políticamente hablando, si a esta realidad le sumamos otra forma de esclavitud moderna aún más ignominiosa y perjudicial que consiste en incitar a las personas a no pensar por sí mismas, a ser esclavos de un titiritero y a entregarse ciegamente a su amo, cerraríamos el siniestro círculo vicioso del esclavismo moderno. Esto es muy evidente, por ejemplo, cuando un asambleísta acata silenciosa y sumisamente lo que ‘el jefe’ o su bancada deciden (así vaya en contra de los intereses del pueblo, que dicho sea de paso, es lo más frecuente) y no lo que su conciencia y sentido común le dictan.

De tal forma que nosotros en calidad de mandantes estamos sometidos tanto a la burocracia de una Asamblea Nacional corrupta e ineficiente como a la falta de criterio propio de sus asambleístas. De hecho, ahora mismo tienen en sus manos el proyecto de Ley Creando Oportunidades presentado por el Ejecutivo y que ofrece cambios importantes para un Ecuador con futuro, por lo que desde acá hacemos un fervoroso llamado a sus integrantes para que rompan las cadenas que les atan a un amo perverso, egoísta y narcisista, para que salten, vuelen y decidan con responsabilidad y en libertad. (O)

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